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Chile: el horizonte de las penas de cárcel

En una reciente columna publicada en este medio, María Jesús Fernández de la ONG Leasur, a propósito de las palabras del Papa en su visita a la cárcel de mujeres, nos planteaba la interrogante sobre el horizonte de la cárcel. Quisiera continuar con las reflexiones que ella ha propuesto, reflexionando sobre el sentido o propósito de las penas de cárceles en Chile.

Voy a adelantar mi conclusión: en Chile la cárcel produce un sufrimiento nihilista, es decir, carece de sentido o de un propósito concreto. La realidad práctica de las condiciones de los penales chilenos es inhumana y no debieran dejar a nadie indiferente.

De hecho, a estas alturas nadie podría alegar desconocimiento de esta situación. No solo existen diversos reportes y noticias que informan sobre las miserables condiciones que provoca el hacinamiento carcelario o sobre la violencia que se vive al interior de los penales y que Gendarmería no puede controlar. Si los informes sobre la vulneración de derechos humanos de los internos no fueran suficientes para alertarnos de esta realidad, el incendio en la cárcel de San Miguel dio cara humana a esta realidad.

El problema más fundamental del nihilismo punitivo es que se imponen penas denigrantes que no solo significan un sufrimiento difícilmente compatible con una democracia —puesto que les negamos un trato humano y digno— sino que adicionalmente no rehabilitan, no reinsertan”.

Es por esto que la reciente reflexión hecha por el Papa debiera ponernos a pensar sobre las contradicciones existentes en nuestra forma de pensar el castigo. Porque, en definitiva, Francisco tiene razón, una “condena sin futuro no es una condena humana, es una tortura”. Y la forma en que hemos pretendido hacer justicia, es básicamente mediante la imposición de un castigo nihilista, que es pura expresión de fuerza, que deshumaniza a quien creemos que no merecen ser tratado como seres humanos. Difícilmente se puede pretender que una pena que se padece de esta manera pueda ser capaz de aleccionar moralmente al condenado. Al final del día, el peso de la realidad, vale decir, el hecho de que los chilenos conozcamos la miseria de la cárcel, y aun así, lo permitamos, demuestra que aceptamos que así sea. Sea cual sea la religión que usted profese y sea cual sea su color político, no es viable seguir negando la inhumanidad, la tortura que se impone a individuos, que si bien pueden haber cometido delitos graves, no por eso dejan de ser seres humanos.

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