“La prisión reduce el mundo a pequeños espacios”

Brigitte Brami. Una infancia solitaria, a causa de un a grave enfermedad genética que sufría, ─y por la cual debo seguir tomando tratamiento de por vida─, me convirtió en poeta desde muy pequeña. No me quedaba más que mirar el mundo de manera diferente y encontrar una salida interior. La mía fue la poesía y la belleza que ella exige. Comencé a estudiar bastante tarde, puesto que mi enfermedad entorpeció mi escolaridad. Obtuve un Máster en artes del espectáculo, con especialización en teatro, en la Universidad Paris 3, y comencé estudios doctorales en literatura y civilización francesa en la Sorbona. Luego conocí la obra de Jean Genet y esto transformó mi vida. Fui enseguida la primera asistente de una exposición de Jean Genet y el mundo árabe. Evidentemente, hice una cantidad enorme de trabajos más o menos interesantes.

Y luego “caí”, como dice la famosa expresión. Me pregunté durante mucho tiempo sobre la incongruencia entre los cargos que se me imputaban y mi encarcelación. Algo no estaba bien, sentía el engaño entre la verdad judicial y la realidad que yo vivía. Después de dos encarcelamientos en Fleury-Mérogis, uno en 2008 y otro en 2013, finalmente comprendí que mi familia me había asignado el rol de chivo expiatorio sin decírmelo; o, dicho de otra manera, el rol de culpable. Evidentemente, yo había hecho todo por ocupar y hasta merecer ese puesto. En 2008, estuve cinco meses y medio en la cárcel y en 2013, seis meses con libertad condicional.

Además de mi primer libro, que es un poemario, mis escritos (La Prison ruinée, Miracle de Jean Genet y Corps imaginaires) siempre fueron inspirados, escritos o terminados en prisión. Mi trayectoria forma parte de la larga tradición de poetas rebeldes y visionarios que han estado encarcelados. Esta tradición va de François Villon a Jean Genet, pasando por Verlaine, Albertine Sarrazin, entre otros…

BB. Viví dos estadías completamente diferentes. Durante la primera, en 2008, descubrí la reclusión y sobre todo a las reclusas. Estaba sorprendida por la facultad de resistencia de algunas de ellas, ya que lograban deshacerse de esos falsos valores que nos inculcan, de manera tácita o no, en esta sociedad tan dura, con sus códigos inflexibles, que jerarquiza y pone en competición a los unos contra los otros desde temprana edad ─por ejemplo, con la distribución de premios en la infancia–.

Desprovistas de toda materialidad, y encerradas en esta especie de alcantarilla social, las chicas de Fleury-Mégoris, rescataron los valores humanos con muestras de solidaridad, complicidad y generosidad.

La represión del cuerpo es la definición de la encarcelación, ella priva así el ir y venir, reduce el mundo a pequeños espacios tales como la celda, la sala de visitas, el patio, y pliega los cuerpos de las reclusas, que necesitan redimensionarse para adaptarse a las nuevas medidas. En 2008, reinaba un cierto clima de indiferencia y de originalidad entre las reclusas, lo que, sorprendentemente, les permitía imponer sus cuerpos y procurarse algunos momentos de felicidad. Pienso en esas caminatas, en las que transformaban el espacio en un solárium y se bronceaban los senos desnudos y, cuando se levantaban, escupían enormes flemas como joyas, habría dicho Jean Genet.

En 2013, la situación carcelaria se degradó, al igual que la sociedad. Fue hasta peor debido a que la prisión es un reflejo de las fallas de nuestra sociedad. Allá conocí la violencia y las duras condiciones de reclusión.

BB. Mi reivindicación es con las personas oprimidas pero que se levantan de sus caídas y actúan. Es sobretodo la suerte de las mujeres lo que me interesa porque vienen de muy lejos.

Tomemos como ejemplo una mujer de 70 años, que además de haber conocido horrores ordinarios y crueldad, al igual que los hombres, es muy probable que también haya vivido el incesto, las agujas para interrumpir su embarazo, la violación, las humillaciones diarias, las diferencias salariales etc.: todo aquello que nuestra sociedad patriarcal, capitalista e inhumana engendra y fomenta silenciosamente. Genet decía que la soledad era más importante que la solidaridad. Yo pienso que hacen falta las dos para que cada una sea real.