SUFRÍ muchos castigos en la cárcel de Chiba. Me pusieron, entre otras cosas, en la sección disciplinaria, en una sala de confinamiento y en aislamiento día y noche; no era un recluso modelo. Recibí una ayuda social tras mi puesta en libertad y me impliqué en asociaciones para la reinserción de antiguos alcohólicos y toxicómanos, en hogares para madres y en una asociación de ayuda a la reinserción de antiguos presos.
Se me consultó para reinsertar a otras personas puestas en libertad y amplié mis actividades a la meditación, la terapia Gestalt y el desarrollo personal.
Después de haber pasado diez años en la cárcel, empecé a violar el reglamento en numerosas ocasiones: utilicé carnés de visitantes para pasarles correo, tapé varias cámaras de vigilancia, etc. Escribí al fiscal para denunciar los malos tratos que sufría en reclusión. Me quejé de la violencia que ejercía el personal de la prisión y pedí a un amigo que me ayudase a comunicarlo, con el objetivo de eludir la censura que operaba la dirección de la prisión. Cuando esta recibió la respuesta del Ministerio Público, supo que había presentado una denuncia y sufrí las consecuencias.
Se me clasificó como “individuo no apto para la reinserción” (la categoría más grave) y estuve tres años aislado, privado de todo contacto a excepción del de los guardias.
Incluso estando bajo régimen de aislamiento seguí comunicándome con los demás reclusos “anudando cabello” y multipliqué el número de infracciones al reglamento.
Tras haber pasado un año de esta manera, el tribunal dictó sentencia. Como no tenía ninguna posibilidad de recurso, me enfurecí y rompí el cristal de la celda de aislamiento. Después de esto, me pusieron en una sección con un régimen de aislamiento todavía más estricto.
El primer día pasé mucho frío. Para llamar la atención del personal penitenciario, me abrí las venas de la muñeca con los dientes y escribí con mi propia sangre: “Tengo frío”. Me trasladaron a otra celda durante 10 días por miedo a que volviese a autolesionarme.
Tras dos años de procedimiento judicial, fui condenado a seis meses de cárcel por romper el cristal de la celda.
Realicé estos dibujos durante los tres años que pasé aislado.