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Fuente: El Espectador
Ver el panoramaAsí se vota en una cárcel de Colombia
Durante la jornada de la segunda vuelta presidencial, El Espectador estuvo en la cárcel de mujeres de San Diego en Cartagena. Así se vive un proceso electoral por quienes están privados de la libertad.
Luz Geny Pérez esta sindicada en la cárcel de San Diego en Cartagena pero aún puede ejercer su derecho al voto. Con una gran sonrisa cuando se le pregunta que hará con su certificado electoral , dice: “votar y regresar para mi celda, no puedo hacer más”. En Colombia, según el censo electoral para las elecciones de presidente, había 16.779 detenidos aptos para sufragar en la segunda vuelta, de los cuales, 3.068 erann mujeres en las 166 mesas que la Registraduria dispuso en diferentes centros carcelarios.
Una sentencia de julio de 1994 garantizó el derecho a sufragar a los internos que cumplieran con los requisitos de ley, no estar condenados y dejó en manos de la Registraduría Nacional el aporte de los respectivos medios y procedimientos para tal fin.
La cárcel de San Diego está en el centro de Cartagena y tiene más de cincuenta años de ser un centro penitenciario. Historias que se pasan por sus paredes y muros en los cuales el calor del Caribe produce aún más la sensación de soledad. A la entrada, en una mesa y acompañados por las autoridades, están los seis jurados. Es la segunda vez que se ven ya que por disposiciones legales los jurados de estas elecciones presidenciales serian los mismos del 27 de mayo pasado.
Con los formularios colocados encima de la mesa marcada con el numero 1 se espera a las detenidas que votarán. En la esquina, el cubículo y al fondo la mesa de Justicia con un representante de la Procuraduría. Todo custodiado por miembros de la Policía Nacional. Juan Carlos Urango, es profesor. “Hay mucha incertidumbre, uno ha sido jurado en otros puestos de votación y cuando le dicen la cárcel, afloran una serie de cuestionamientos: quiénes votan allá, cómo votan, quiénes son las personas, cosas que uno nunca ha vivido”, sostiene Urango a El Espectador.
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