ESTOY EN LA GRANJA PENAL DE KARNET, en Australia Occidental. Llevo en esta prisión unos cuatro años. Es una explotación agrícola donde hay vaquería, talleres, lavandería, cocina y matadero, donde se trabajan el metal y la madera, y se realizan señalizaciones. En realidad, el sitio no está mal.
Si no fuera por lo frustrante que es tratar con la Junta de Supervisión de Prisioneros de Australia Occidental y el Departamento de Inmigración y de Protección de Fronteras, y por todas las restricciones que me han puesto en prisión debido a mi deportación y a otros temas, el sitio hasta podría haberme gustado.
Mi estado mental no es para nada bueno, de verdad solo quiero que se acabe ya, necesito ver el final de esta situación.
El día empieza igual que todos los días de los últimos seis años y nueve meses.
7 a. m. Los funcionarios de prisiones hacen una ronda para asegurarse de que nadie haya muerto. Me cuesta mucho despertarme porque he perdido la motivación. Ya no me queda más que un último ápice de esperanza. Cualquiera se imaginaría que iba a estar emocionado por mi liberación, ya que solo me quedan tres meses, pero no lo estoy, como verás a lo largo de este día igual a todos los demás.
7:25 a. m. Suenan dos sirenas. La administración de la prisión avisa “cinco minutos para el recuento”. Tres agentes proceden al control. Uno de ellos comprueba la identificación que llevamos colgada del cuello comparándola con el documento del recuento, mientras que los otros dos entran y salen de cada celda, verificando las camas y asegurándose de que todos los cuartos estén limpios y de que no haya desperfectos. Ya está. Ahora podemos proseguir con la mañana.
La primera medicina, después el Metamucil, las vitaminas y, lo más importante: el café.
7:50 a. m. Din, din, din. Aviso de la administración de la prisión. “El recuento es correcto. Puede comenzar la actividad general”.
Nos vamos al trabajo o a lo que sea que hagamos. Normalmente a esta hora estoy formándome, trabajando la competencia escrita, o más bien la falta de ella. Pero me está resultando muy difícil concentrarme en una sola cosa. Mi mente se dispersa en muchas direcciones. Así que últimamente me estoy quedando en la unidad, limpiando.
9:30 a. m. Me llama la administración de la prisión. ¿Qué pasa ahora? Un agente me informa de que tengo una videoconferencia a las 11:15 y de que el sistema solo indica que tiene algo que ver con las visitas. Resulta que es para una entrevista con una mujer que trabaja para los servicios de Justicia Comunitaria. Va a realizar un informe destinado a la Junta de Supervisión de Prisioneros para ver si me someten a una orden de vigilancia tras cumplir la pena completa de siete años. Si he tenido que cumplir la pena completa es porque esa misma junta me denegó la libertad condicional de dos años. Basaron su decisión en un informe psicológico de 2012, a pesar de que me van a deportar. Parece que Australia Occidental está dedicándose a ser el Estado niñera del mundo. La entrevista duró una hora. Me iba a estallar la cabeza.
Cada psicólogo, cada programa, cada entrevista destinada a redactar informes, todo me recuerda las cosas que he hecho. Solo quiero que se acabe ya.