Envejecimiento de la población carcelaria en Australia

Los reclusos mayores de 50, con los que me reuní, afirmaron que no querían ir al hospital Long Bay Gaol, sin saber cuánto tiempo pasarían allí, ya que preferían permanecer en la prisión, a la que se habían acostumbrado. La atención oportuna se ha convertido en un problema para los reclusos de edad avanzada debido a la cantidad limitada de médicos y al considerable número de personas mayores que está cumpliendo penas de larga duración en prisiones de máxima seguridad. La necesidad de evitar, por ejemplo, las agresiones entre grupos de reclusos, puede obligar a ciertos individuos a permanecer en aislamiento durante toda la hospitalización de su compañero.

Aunque los problemas de salud graves son relativamente raros, los demás problemas de salud, como la pérdida del oído o de la vista, la mala salud dental y la movilidad reducida, requieren la intervención oportuna de especialistas para evitar que se degraden y se conviertan en problemas de salud graves.

En los principios básicos para el tratamiento de los reclusos, las Naciones Unidas consagraron el derecho de los reclusos a acceder a los servicios de salud sin discriminación, lo que significa que los reclusos de edad avanzada deben recibir las mismas garantías en salud que las personas de la población general. Las personas mayores privadas de libertad informaron que la atención dental era aleatoria y las visitas de los dentistas se hacían de vez en cuando; esta información la confirmé en una conferencia de Justice Health (el servicio responsable de la salud de las personas privadas de libertad), en 2019: cuando le pregunté a una dentista sobre el acceso de los reclusos de edad avanzada a la salud dental, ella se subió la manga y me mostró la lesión que le dejó en la muñeca el hecho de sacar tantos dientes cuando atendía a los reclusos.

Existen muchos factores que contribuyen al incremento de la población reclusa de edad avanzada, y que van mucho más allá del envejecimiento de la población general. Entre ellos, los cambios que tuvieron lugar en la década de los 90 con respecto a la obligatoriedad de las penas, la reapertura de casos sin resolver, las múltiples entradas y salidas de los reincidentes profesionales, etc. Además, existe otro factor:

Es difícil cambiar los entornos establecidos y los sistemas de salud para adaptarlos a los reclusos que se encuentran en regímenes de máxima seguridad y que requieren una atención sanitaria específica.

Encontrar alternativas para brindar atención sanitaria fuera de la prisión es una necesidad, ya que la población carcelaria de edad avanzada está creciendo de manera incontrolable. Además, se hace aún más necesario durante la pandemia de COVID-19, en la que no solo la salud de los reclusos de edad avanzada está en riesgo, debido al saturado sistema de salud, sino también la de los reclusos más jóvenes y la del personal penitenciario.

En muchos casos, se debería considerar ofrecer alternativas fuera de la prisión como la liberación condicional por motivos médicos o la libertad por compasión. Por ejemplo, en 2017, a un hombre indígena de casi cincuenta años (considerado “viejo” en términos biológicos) le impusieron una pena de 15 meses de prisión, a pesar de que una carta dirigida al tribunal aseguraba que solo le quedaban entre seis y nueve meses de vida, debido al estado avanzado de su cáncer.

Cuando doy clases sobre este tema a los estudiantes de criminología, utilizo un ejercicio para que los alumnos reflexionen al respecto; al principio de la clase hago una breve encuesta de los investigadores Boothby y Overduin (2007) sobre las actitudes hacia la libertad por motivos humanitarios, luego los alumnos escuchan la clase y ven un breve vídeo Dementia Behind Bars (Demencia tras las rejas). En seguida, les pido que vuelvan a completar la encuesta de tres minutos al final de la clase y les pregunto si, después de haber aprendido más sobre la complejidad de esta cuestión, han cambiado de opinión sobre la liberación por compasión. Por lo general, muchos estudiantes cambian sus respuestas para mostrar “más compasión” y alrededor de la mitad cambian de opinión. Sin embargo, el punto de fricción para muchos reside en la naturaleza de los delitos cometidos. Esto es, por supuesto, comprensible y justificable, ya que hay que tener en cuenta la seguridad de la comunidad. Aun así, deberíamos poder esperar que los objetivos de la pena, como la retribución, la disuasión, la inmovilización, la denuncia y la rehabilitación, se cumplan de forma humana.

Si la prisión se convierte en un entorno inhumano debido a la edad de la persona o a su salud física y mental, entonces sería necesario considerar otras alternativas.

Si nos replanteamos y redefinimos la forma en la que clasificamos a los reclusos de edad avanzada, y reevaluamos los riesgos que supone ofrecer alternativas dentro de la comunidad, la atención sanitaria de estas personas podría repartirse mejor entre las infraestructuras de las comunidades. De este modo, los escasos recursos disponibles para la atención especializada en las prisiones podrían concentrarse en proporcionar una atención específica y apropiada a los pocos reclusos cuyo nivel de riesgo les obliga a permanecer en el sistema penitenciario.