Nicolas Cohen. Los módulos De-Radex existen desde 2016. En ellos, los internos están sometidos a un régimen de reclusión muy duro, en el que todo está limitado, incluidos los contactos con el exterior. Las condiciones materiales son deplorables. Los internos, en realidad, no pueden tomar el aire, ya que el lugar al que salen, llamado oficialmente patio, es una jaula medio cubierta por un tejado de hormigón, que no mide más de 30 metros cuadrados; los internos acuden de tres en tres y se entretienen como pueden; no pueden estar más de cinco a la vez (en el módulo son 15 en total); el gimnasio es interior, y, después de mucho batallar, el culto se ha convertido en la única actividad colectiva.
Varios internos me han pedido que denuncie estas condiciones, por lo que he decidido interponer una acción colectiva en nombre de todos ellos. Primero pedí a la administración penitenciaria que controlara frecuentemente el régimen. Hoy por hoy, no hay control alguno que justifique la presencia de internos en estos módulos: ni siquiera saben cuánto tiempo permanecerán allí. Así que, como el diálogo era totalmente estéril, decidimos actuar judicialmente y hemos llevado a cabo varias iniciativas. Otra de nuestras peticiones era que los jueces se desplazaran in situ para que constataran por sí mismos las condiciones, pero ninguna de estas peticiones fue aceptada.
Recluir a alguien en esas condiciones es como mantenerle en aislamiento. Y para recluir en aislamiento se exigen ciertas garantías; la ley establece, por ejemplo, que cada dos meses se revise la prolongación de la medida. Sin embargo, después de que el estado belga rechazara varias veces dicha revisión, el tribunal de primera instancia decidió condenarlo.