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Fuente: La Tercera (25/04/2020)
Ver el panoramaChile: los motines también se propagan
La emboscada duró apenas seis segundos. Al final de un pasillo que conduce a uno de los accesos de la Torre 1, tres gendarmes de la Cárcel de Puente Alto se vieron repentinamente rodeados por seis reclusos encapuchados. Algunos estaban armados con lanzas artesanales de un metro de largo, fabricadas con fierros afilados a pulso que apuntaban a la cabeza de sus carceleros. Atrapados entre un muro y una mesa de pimpón azul, ninguno de los funcionarios tuvo tiempo de alcanzar su arma cuando los reos se les echaron encima y los arrastraron a través de una puerta de concreto que daba a la pieza tres de la Torre 1, que alberga a 63 reos de alta peligrosidad.
Al interior, los gendarmes fueron despojados de sus uniformes, bastones de madera, chalecos antibalas, dos radios portátiles y sus credenciales institucionales. Fueron golpeados y permanecieron retenidos por 15 minutos. Solo la intervención de equipos tácticos y antimotines permitió liberarlos. Como resultado del operativo de desalojo de ese sector terminaron heridos 25 presos y cinco gendarmes. Además, se incautaron 51 armas artesanales.
Solo las cámaras de seguridad grabaron el incidente. Concretamente, el registro indica que las imágenes son del miércoles 22 de abril; en lo simbólico, muestra que la violencia en la Cárcel de Puente Alto ha llegado a su máximo nivel.
Justo delante de las rejas que contienen toda la escena, se alcanza a leer un pasaje de la Carta a los Romanos, sexto libro del Nuevo Testamento:
“Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros”.
Puente Alto: Aumentan los contagios, aumenta la tensión
Hasta ayer, la rápida propagación del virus mantenía a 125 internos y 155 funcionarios infectados a nivel nacional. El temor al contagio, aseguran desde Gendarmería, ha tensionado la vida carcelaria a tal punto, que ha abierto la oportunidad para que delincuentes violentos planeen motines e inciten a realizar fugas masivas.
Desde que el 29 de marzo se detectó el primer caso de Covid-19 entre los internos de Puente Alto, se han registrado al menos cuatro incidentes que han quebrado la convivencia entre reclusos y gendarmes: desórdenes, intentos de motín, amagos de incendio y toma de rehenes. Una serie de hechos graves e intentos de apoyo externo a planes de fuga se han sucedido en al menos seis penales del país.
“Hay internos que pertenecen a bandas criminales con poder de fuego, que tienen poder adquisitivo, que tienen nexos, incluso, con bandas extranjeras. En estas circunstancias tenemos muy claro que van a intentar poner en riesgo la seguridad de los penales y por eso tenemos que trabajar día a día para disminuir los riesgos”, asegura Christian Alveal, director nacional de Gendarmería.
Ese primer contagio dentro de la Cárcel de Puente Alto se produjo en la Torre 4, donde solo habitan imputados. Apenas fue confirmado, comenzó la preocupación para el gobierno y Gendarmería, que, de paso, tuvo que contener incidentes menores entre sus trabajadores carcelarios y los internos. Los hechos de violencia de días posteriores pondrían a prueba la formación de cada uno de los vigilantes penitenciarios: el 4 de abril se produjo una revuelta y un amago de incendio tras la detección de cinco casos nuevos de coronavirus; apenas cinco días después, el 9 de abril, el alcalde Germán Codina aseguraba que los contagios habían aumentado a 43, con 18 reos y 25 gendarmes infectados con el virus.
Al igual que la cantidad de contagios, los incidentes y hechos de violencia dentro de la cárcel comenzaron a aumentar. Los internos se fueron plegando a la demanda por mejores condiciones sanitarias e, incluso, acceso a indultos. Entre ellos, se destacaba la Torre 1. Ahí viven 205 personas catalogadas como de “alto compromiso delictual”, condenadas por robos con intimidación, homicidios y delitos violentos.
Estos prontuarios salieron a relucir ante las autoridades carcelarias la tarde del domingo 19 de abril. En los accesos de la torre, los reos levantaron barricadas que impidieron el ingreso de gendarmes a las piezas. Detrás de los barrotes, Diego -nombre con el que se identificó uno de los encapuchados que hizo de vocero- pedía la liberación de todos los reclusos por el avance del Covid-19: “O nos vamos todos o no se va ninguno”, vociferaba. En todo el penal, eran nueve los condenados que habían recibido el indulto conmutativo del gobierno, que desde el 17 de abril comenzó a excarcelar a 1.580 reclusos de baja peligrosidad a nivel nacional y a favorecer a otros 280 que cumplían sus sentencias en medio libre.
La toma de la Torre 1 se prolongó por horas. El grupo detrás del intento de motín, aseguran en la institución, estaba encabezado por reos violentos. Hasta el lugar llegaron el director nacional del Instituto Nacional de Derechos Humanos, Sergio Micco, y las máximas autoridades de Gendarmería. La presencia de ambos abrió un improvisado espacio para la conversación, que a ratos se realizó a gritos y, en otros, a través de celulares. “Nos estamos contagiando todos”, aseguraba Diego, en representación de la torre. Luego de ocho horas y tras agotar la instancia de conversación, Gendarmería actuó y controló la situación. Ese acto tendría consecuencias, aseguran funcionarios de la institución.
Estas se sentirían al mediodía del 22 de abril, con el breve, pero violento secuestro de los tres gendarmes en la Torre 1.
Las autoridades penitenciarias se mantienen en alerta desde entonces. La inteligencia interna está intentando anticiparse a nuevos motines en ese penal. Como primera medida, 10 de los reos más violentos del sector fueron trasladados hasta unidades de alta seguridad y se reforzó la vigilancia. El episodio de la toma de rehenes, además, se denunció a la Fiscalía Sur, que ya inició una investigación contra un grupo de reclusos por el delito de lesiones y, de paso, comenzó a indagar si existe apoyo externo para una posible fuga masiva.