AL PRINCIPIO , el confinamiento me sentó bien. No me había tomado unas vacaciones desde que salí de la cárcel en 2018, así que lo vi como una oportunidad para descansar, especialmente porque, como todo el mundo, creo que no me había dado cuenta de la gravedad del problema. Poco a poco se me fue haciendo pesado. Al aburrimiento se sumó la preocupación por mi madre, que es muy frágil.

Es igual que el encarcelamiento: privación de la libertad. Pero, en el caso del confinamiento, somos una especie de víctima que da su consentimiento, es una disciplina personal que tratamos de imponernos a nosotros mismos a diario. Por mi parte, curiosamente, tengo la sensación de que en prisión me aburría menos, probablemente porque entre el trabajo, los paseos y el deporte, mis días pasaban más rápido que ahora. Tenía una rutina; se abrían las puertas a las 7 de la mañana para el conteo, tomar el café y ver las noticias en la TV. Tuve la suerte de trabajar casi todo el tiempo, estuve mucho fuera de mi celda, era un privilegiado.

Se habla mucho sobre el aburrimiento y el vacío en prisión. Pero lo que necesitas es mantenerte ocupado, pasar el tiempo.

No diría que fui realmente infeliz en prisión, pero lo cierto es que allí era imposible ser feliz. Es un estado permanente entre dos aguas, una falta de perspectiva. Durante el confinamiento, a veces es más difícil. Debes imponerte autocontrol, autodisciplina. Pero claro, si quería coger el coche y marcharme, nada me lo impedía, mi puerta no estaba cerrada por fuera.