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Fuente: Primera Hora
Ver el panoramaColombia: el primer restaurante dentro de una cárcel en Latinoamérica
El negocio, ubicado en el barrio San Diego del centro histórico de Cartagena de Indias, es uno de los proyectos de resocialización correccional más emotivos y exitosos a nivel internacional.
Cartagena, Colombia. -Más allá de sus manjares, el Interno –el primer restaurante de Latinoamérica ubicado dentro de una cárcel de mujeres- se ha convertido en el lugar donde se cocinan segundas oportunidades para confinadas con un deseo inmenso de transformar los errores del pasado en un camino de esperanza.
El negocio, ubicado en el barrio San Diego del centro histórico de Cartagena de Indias -una de las ciudades más turísticas de Colombia- es de los proyectos de resocialización correccional más emotivos y exitosos a nivel internacional, precisamente, porque representa para las reclusas -quienes están a cargo de toda la operación del restaurante- la coyuntura idónea para reconciliarse consigo mismas y con el mundo exterior.
La ingeniosa idea de convertir una cárcel maltrecha y con aspecto de abandono en un comedor exclusivo de la zona fue de la modelo y empresaria colombiana Johana Bahamón, quien desde el 2012 cumplió su propósito a través de la Fundación Acción Interna.
Así lo explican con orgullo las reclusas que laboran en el lugar que, recientemente, fue seleccionado por la revista TIME como uno de los 100 mejores lugares para visitar en el mundo. La lista “World’s Greatest Places” fue elegida a partir de unas 1,200 nominaciones entre hoteles, museos, parques y restaurantes sugeridos por expertos viajeros alrededor del mundo. Además, gracias a las recomendaciones de clientes, también fue certificada como lugar de “excelencia” por Trip Advisor.
Y, es que realmente, la experiencia de visitar el Interno es conmovedora. Y las reclusas, que en las noches sirven de meseras, no dudan en compartir el trascendental cambio que han dados sus vidas con la iniciativa que, según reportes de prensa, ha logrado reducir en un 90% las riñas dentro del penal.
“Trabajar aquí me ayudó a lidiar con el encierro y me hace pensar que puedo convertir mis errores en segundas oportunidades, como dice en la entrada del restaurante”, relató Candy durante nuestra improvisada visita al lugar donde se aceptan clientes sólo a través de reservaciones.
Adentrada en la conversación y con un poco de nostalgia Candy narró que tiene dos hijos, de tres y seis años de edad. Hace más de 24 meses que no los ve. Al pequeño, dijo, lo vio por última vez cuando tenía apenas cuatro meses de nacido.
Sin entrar en detalles de detención, comentó que llegó a la cárcel de San Diego “por un caso de drogas”.
“Pero, espero salir pronto… y ayudar aquí me ayuda a despejar la mente y hacer que el tiempo pase más rápido”, dijo la mujer.
Detalló que, durante el día ella y sus compañeras -meseras y cocineras- se involucran en otros talleres que incluyen el mantenimiento de un huerto de donde provienen los ingredientes para los alimentos confeccionados, clases de panadería, adiestramiento en computadoras, así como la realización de artesanías.
“En mi caso hago carteras tejidas y joyerías que se venden en la entrada del restaurante”, explicó Candy sobre el proyecto de emprendimiento social.
El dinero recaudado en el Interno, según se explica en la carta de menú que entregan a los comensales, es una donación destinada a mejorar la calidad de las reclusas y sus familias. Además, les sirve de entrenamiento para que puedan reinsertarse a sociedad una vez cumplan su condena.
De hecho, Candy -junto a otras confinadas aficionadas a la cocina- planifican incorporarse al mundo laboral fuera de las rejas con un nuevo restaurante al que quieren llamar El Externo.
Para información adicional sobre el Interno pueden acceder su cuenta de Instagram @restauranteinterno y acceder al sitio.
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