DSPS. Nosotras siempre hemos creído que el único derecho del que se priva a estas personas es del derecho a la libertad de tránsito ─y así lo es─. De ahí en adelante, como Estado tenemos que garantizarles todos los derechos por igual; evidentemente, tomando en consideración las condiciones reales de cada centro penitenciario. En este momento, en medio de la emergencia sanitaria, el principal derecho que tenemos que garantizar es el derecho a la salud. Por ello, todas las acciones están enfocadas en este derecho. Todos los centros tienen un consultorio médico, con al menos una persona profesional en medicina y una en enfermería. Establecimos algunas acciones importantes para que las personas privadas de libertad que tuvieran sintomatología asociada al COVID-19 se atendieran de manera prioritaria.
En los centros penitenciarios, fijamos un horario diferenciado: durante las mañanas, aquellas personas que tuvieran algún síntoma relacionado con la COVID-19 se atendían en el consultorio y recibían atención médica para chequear la sintomatología respiratoria; por las tardes, se atendía el resto de los pacientes, principalmente aquellos con alguna patología crónica.
Las salidas médicas urgentes o aquellas que debían asegurarse, según criterio médico, se siguieron realizando. Se mantuvo entonces la posibilidad de que todas las personas pudiesen salir a un centro de salud.
Otra acción que tomamos para resguardar la salud y evitar, o dilatar, el mayor tiempo posible el ingreso del virus, fue implementar el aislamiento preventivo. Toda aquella persona que salía del centro ─por ejemplo para una diligencia judicial─ o que entraba al centro (por primer ingreso, repatriado, o que venía de la celda del Organismo Investigación Judicial) tenía que guardar una cuarentena de 14 días de manera precautoria.
Por otra parte, también hemos tratado de garantizar el derecho a la educación. El sistema penitenciario tiene un porcentaje considerable de gente que se gradúa del colegio o que ha iniciado algunos procesos de educación universitaria.
Lo que hemos hecho es establecer un protocolo para asegurarnos de que se cumplan las medidas sanitarias durante las pruebas anuales o las pruebas escritas, por ejemplo. También hemos permitido que se mantengan las clases de manera virtual, siempre y cuando se respeten los protocolos sanitarios.
El derecho que hemos tenido que dilatar un poco es el derecho al deporte y a la recreación, cuando se trata de ejercicio o deporte de contacto. Sin embargo, hemos tratado de encontrar la manera de que los reclusos puedan regresar a jugar fútbol, que es una de las cosas que más les gusta.
Hemos ido dándole autorización a los centros penitenciarios que nos presentan un protocolo que garantice, por ejemplo, los desplazamientos en burbujas. La “burbuja social” o “burbuja penitenciaría” es como hemos denominado cada módulo de los centros penitenciarios. Entonces, si el partido de fútbol es entre la gente de una misma burbuja, es posible hacerlo, puesto que estas personas pasan todo el día juntas.
Lo que no estamos permitiendo es que se mezclen entre burbujas, porque es posible que haya personas contagiadas, que no presenten síntomas, y que podrían contagiar a gente de otro módulo.
Hemos ido poco a poco restableciendo el gozo de sus derechos. Por ejemplo, las personas privadas de libertad que trabajan, sobre todo aquellas que trabajan en medio abierto, como fincas y granjas del sistema, han podido continuar con su jornada laboral. Lo que hemos hecho es revisar muy detalladamente los protocolos para determinar si pueden seguir ejerciendo su derecho al trabajo, siempre teniendo en cuenta que el derecho prioritario en este momento es el de la salud.
Para paliar el problema de la falta de visitas, hemos instalado el material necesario en los centros penitenciarios y elaborado un protocolo de visitas virtuales. En el centro penitenciario Vilma Curling, qué es solo de mujeres, hace ya aproximadamente dos meses que se está llevando a cabo el proyecto de visitas virtuales; en el primer mes, cada una de las reclusas tuvo al menos dos visitas virtuales con sus familias. Esto implica, por supuesto, una logística en materia de custodia y de otras cosas que tiene que planificar cada centro.
La otra razón por la que instalamos estos equipos es para que se pudieran realizar audiencias virtuales. Las personas que no podían salir a su audiencia presencial, la hacían entonces a distancia.
Dentro de las capacidades del sistema penitenciario costarricense, hemos hecho lo posible para restablecer poco a poco el ejercicio de sus derechos humanos, sin dejar de lado el derecho a la salud, que, al fin de cuentas, es el que debemos garantizarnos, de manera prioritaria, unos a otros. Básicamente, sin salud casi que no podemos disfrutar de ningún otro derecho.