AFC. Recibimos denuncias por multitud de razones: malos tratos físicos y psíquicos; abusos, coacciones e insultos; abuso de aislamiento; condiciones de habitabilidad (comida, suciedad, cucarachas, ratas…); carencia o mala praxis de atención sanitaria; problemas jurídicos (denegación de permisos, de semilibertad, etc.); problemas de abusos en su situación laboral. Las quejas nos llegan por varias vías: por carta escrita, por llamada telefónica de la persona privada de libertad o algún familiar, o durante las entrevistas que realizamos cuando vamos a las prisiones (solo en Catalunya).
Con la Covid recibimos quejas por todos estos motivos y, al principio de la pandemia, por las condiciones de limitación de derechos. También recibimos quejas de las familias por no poder ver a sus seres queridos y, sobre todo, por falta de información.
Desde que comenzó la pandemia hemos recibido alrededor de 100 denuncias, pero hay que tener en cuenta que no todas ellas terminan convirtiéndose en un caso, pues el equipo debe realizar un procedimiento de validación (verosimilitud del relato, pruebas, etc.) y luego esperar los informes de las administraciones responsables. Hay otras denuncias que terminan archivándose o descartándose por no suponer violencia institucional.
Como ejemplo de malos tratos tenemos el caso de una mujer que declaró haber sufrido una agresión: varios funcionarios la apretaron con fuerza contra el suelo y le lastimaron el cuello y la espalda. Además, le propiciaron varios golpes que le provocaron una rotura de menisco en la rodilla. Luego la ataron a una camilla durante cinco horas sin poder ir al baño, por lo que se orinó encima. Al parecer, el médico, que presenció la agresión, no hizo nada.
Varios internos y familiares nos han escrito para denunciar que no les dejan salir a pesar de tener enfermedades graves incompatibles con la Covid (asma, trombosis pulmonar, etc).
También hemos denunciado ante el Sindic de Greuges (Ombudsman catalán) una situación general que nos relataron varias familias de la cárcel de Quatre Camins (Catalunya) en abril: el establecimiento habilitó como unidad de confinamiento un módulo que estaba en obras (MR-1) y, por ello, los presos no podían hacer gestiones cotidianas como recargar dinero para el teléfono, comprar alimentos en el economato. Había problemas con las duchas, los lavabos, e incluso con las luces, faltaba mobiliario como colchones y sillas. De acuerdo con las denuncias, no era un lugar preparado para ser habitado. Además, las pertenencias de los reclusos se quedaban en sus módulos habituales, por lo que no podían ni cambiarse de ropa. Los familiares indicaban también que prácticamente no les dejaban salir al patio, solo una hora al día, a veces. Al final, esta situación terminó arreglándose, ya que el centro habilitó y adecuó el espacio dedicado al confinamiento.