Odio comparar el encarcelamiento masivo con el coronavirus, pero existen grandes similitudes: ambos destruyen vidas; diezman comunidades; confinan a los seres humanos en lugares cerrados; provocan crisis de salud mental; se propagan exponencialmente debido a la arrogancia, la codicia capitalista y la indiferencia de las empresas y los funcionarios gubernamentales; y presentan los índices más altos de los Estados Unidos de América. Y sí, ambos afectan de forma desproporcionada a las comunidades marginadas de personas pobres y de color.
Ambas son enfermedades causadas por el hombre, una respiratoria y la otra social. Una intencional y la otra involuntaria (presuntamente). Irónicamente, una se podría curar con simples palabras, o leyes, lo que a la vez permitiría reducir la probabilidad de que los vulnerables se infecten con la otra. Pero eso requiere que nuestros líderes cambien la mentalidad que ha permitido que ambas situaciones se convirtieran en una conflagración, y comiencen a valorar las vidas de las personas por encima de las ganancias.
Ambas pueden lograr que una persona de mente cerrada se entretenga con libros, programas de televisión y actividades que nunca antes habría considerado.
Las dos incitan a los hombres a tomarse un tiempo, a hacer una introspección y, a veces, hasta obligan a los más tercos a arrodillarse y someterse a un poder superior.
Si estas dos crisis se comprendieran y abordaran de manera adecuada, las personas afectadas podrían salir de ellas más sabias y espiritualmente conscientes.
Para muchos, ninguna de las dos situaciones es una crisis humanitaria ─ni el encarcelamiento masivo ni la pandemia del coronavirus─. Algunos no ven el hacinamiento de las prisiones y piensan, en cambio, que más de «esas» personas deberían estar allí. Para otros, es un problema de pobres y de gente de color: «Dejen de violar la ley», dicen. «Es un virus chino», afirmó nuestro presidente. Y mientras estoy sentado aquí escribiendo estas líneas, un guardia de la prisión, con la boca llena de tabaco, mira la televisión (CNN) y afirma a gritos que las cifras están infladas, y que todas son «noticias falsas» —propaganda para subvertir al presidente Trump─. Opina que, digan lo que digan los médicos, el coronavirus no es peor que la gripe. Es por eso que los médicos son médicos y él, un un guardia penitenciario; así que consideraré los consejos de los primeros.