Esta fotografía la he tomado en la correccional de menores de Miami Dade, un centro que se encuentra a ocho minutos de Liberty City, el primer plan de viviendas públicas del país, fundado en 1934, al que solían llamarle “negro town”. Estos jóvenes se encuentran en este lugar por peleas en la escuela, merodeo, posesión, robos, etc.; muchos utilizan el dinero para alimentarse y comprar ropa para su familia. Algunos de ellos permanecen en régimen de aislamiento, en celdas en las que la temperatura apenas alcanza los 17º C en agosto. En sus celdas no hay colchones, ni mantas, ni almohadas, solo bichos, paredes, soledad y frío. En sus celdas no hay colchones, ni mantas, ni almohadas, solo bichos, paredes, soledad y frío.
Algunos de estos chicos están allí por delitos graves y otros solo por haber cabreado a un adulto; los más afortunados salen con un brazalete electrónico. Todos ellos provienen de barrios muy pobres y de contextos emocionalmente complejos, y pertenecen a grupos multirraciales o multiétnicos; muchos son negros, cubanos, haitianos o dominicanos. Las únicas oportunidades que reconocen están en la calle y las escuelas comunitarias de servicio completo les ofrecen pocas opciones. Las familias, sobre todo los padres, están incapacitados por diabetes o han muerto de un ataque al corazón, un derrame cerebral o un cáncer. Sin escuelas, asistencia sanitaria ni recursos económicos: esta es la cara oculta de Miami.
Cuando les ponen el brazalete electrónico a los niños, les dicen: “Si no cambias tu forma de actuar, tu foto aparecerá en el muro de los graduados” “Expired” significa muerto. En los dos años siguientes a su salida de la correccional de menores, estos chicos, en libertad vigilada, fueron asesinados, principalmente, por bala. Cincuenta jóvenes que salieron de una institución penitenciaria murieron en dos años, y ¿a nadie le causa problema? Diez años después de haberla publicado, retomé esta fotografía y la amplié, la amplié y la amplié aún más. La imagen contiene muchos datos: fecha de nacimiento, dirección, lugar del arresto, agente que lo capturó, número de arresto, etc. Entonces fui a la Defensoría Pública de Miami Dade y les dije que quería revisar todas estas direcciones. Quería ver los informes de arresto de estos chicos. Me dieron los informes originales, hablé con los oficiales y con las familias y, luego, me fui a Miami. Si no obtenía respuesta, me paraba en medio de la calle, en la dirección en la que solía vivir el joven hace diez años. Aunque él hubiera muerto, probablemente su familia seguiría viviendo allí. Colocaba mi cámara en un trípode y me quedaba allí, un viejo blanco en medio de la calle en el Pequeño Haití de Miami y en otros de los peores barrios. Esperaba a que alguien saliera y dijera: *“¿Qué estás haciendo? Entonces les explicaba y les mostraba las imágenes. Me decían: “Ah, sí, yo conocía a ese chico, de hecho, lo mataron en este lugar”. Y yo repasaba la historia.
Iba y venía por todo el país, desde Santa Bárbara hasta Miami, para grabar a estas personas y fotografiarlas. Caminaba por los barrios para intentar averiguar qué había cambiado, si es que algo había cambiado.Hace poco crearon un nuevo plan de viviendas, como del que Liberty City formaba parte. Un proyecto que no incluye ninguna escuela, pero sí una oficina de libertad condicional. Cabe preguntarse entonces ¿Cuál es el objetivo de este proyecto?, ¿recrear un anexo del sistema penitenciario en el exterior?
¿Es en realidad lo mejor que podemos hacer?