Francia: hacer frente a la impotencia

Philippe Nivière. Según un estudio realizado en 2017¹, a nivel mundial, uno de cada siete reclusos sufre de patologías psiquiátricas, pero según otras estimaciones esta proporción sería incluso mucho mayor. Por ejemplo, a partir de un estudio epidemiológico realizado entre julio de 2003 y septiembre de 2004, el catedrático Frédéric Rouillon² concluyó que el 21,4 % de la población penitenciaria en Francia metropolitana presenta trastornos psicóticos, de los cuales el 7,3 % sufre de esquizofrenia y el 7,3 % de psicosis crónica. En los últimos años, varios ministros, así como el sindicato CGT del personal penitenciario, han afirmado que esta cifra asciende al 30 %.

Nuestra asociación organiza formaciones para sus miembros y, para no permanecer impasibles ante lo que viven los enfermos mentales en prisión, nos hemos sentido obligados a compartir nuestra experiencia con aquellos que «acompañan» al gran número de enfermos.

Además de decir alto y claro que los enfermos mentales no tienen cabida en la cárcel, veíamos que podíamos proporcionar una formación básica a los guardias y consejeros de los Servicios Penitenciarios de Inserción y Libertad Condicional (CPIP, por sus siglas en francés). Y, de esta manera, aportar un poco de humanidad a la vida de estos prisioneros que son más desafortunados que los demás.

A finales de 2018 firmamos un convenio plurianual con la Dirección de la Administración Penitenciaria con el objetivo de colaborar en el acompañamiento y la inserción de las personas con enfermedades y/o discapacidades mentales que se encuentren bajo custodia judicial. Se prevé que nuestra asociación colabore en la concienciación, información y formación sobre las características de las enfermedades mentales, así como sobre las medidas y actitudes recomendadas para facilitar el trato con estas personas.

Dentro del marco de este convenio, hemos programado unos cuarenta días de formación dirigidos a los guardias, CPIP y trabajadores sociales para los establecimientos penitenciarios del oeste de Normandía. Esta actividad comenzó en 2019 con cuatro jornadas «de prueba» y continuará en el transcurso de los próximos años.

PN. Sabíamos que el personal de la administración necesitaba tener un mejor conocimiento de los trastornos mentales; sin embargo, nuestra mayor sorpresa fue la analogía entre las preguntas del personal y las de las familias que conviven con la enfermedad mental de alguno de sus parientes:
-¿Cómo “admitir” la enfermedad? Un número demasiado importante de familias sigue negando el sufrimiento de sus familiares: “es flojo, se sentiría mejor si trabajara” o “es un problema de adolescencia, ¡ya se le pasará!”. Los guardias se preguntan si la persona está realmente enferma o si solo busca engañar a su entorno… Este antiguo cliché sigue aún muy presente.

-¿Cómo enfrentar la enfermedad? ¿Cómo comportarse? ¿Qué posición adoptar? Un sentimiento de impotencia se apodera del entorno de la persona enferma, les gustaría poder ayudarla, protegerla, asistirla… La enfermedad puede ser algo desconcertante cuando nos enfrentamos a ella.

-¿Cómo comunicar con los servicios psiquiátricos? El secreto médico es tan fuerte que es muy difícil que los equipos médicos transmitan la información al entorno familiar.

-¿Cuáles son las soluciones de acompañamiento fuera de la prisión?

Conocimos a personas dispuestas a realizar su trabajo de la mejor manera posible y comprender las dificultades de los enfermos mentales, pero en seis horas es imposible abarcarlo todo… La mañana está reservada a tratar las características generales de las patologías mentales (esquizofrenia, bipolaridad, trastorno límite de la personalidad y depresión mayor y persistente) y la discapacidad mental. Por la tarde, trabajamos sobre las actitudes para reaccionar ante ellas y las señales que podrían servir de alarma. Nuestro objetivo es cambiar la representación de las enfermedades mentales; pero no buscamos dar soluciones “de manual”, lo que sería imposible, sino proporcionar ideas que los participantes podrán explorar para mejorar sus prácticas profesionales.

PN. Aunque por el momento es difícil observar cualquier evolución en las prácticas profesionales, las evaluaciones del curso, realizadas por el servicio de formación de la administración penitenciaria de Caen, muestran una correcta adecuación entre esta formación y las necesidades del personal. Las cuatro primeras jornadas, llevadas a cabo en 2019, permitieron realizar ajustes en el programa, y se seguirá llevando a cabo la formación durante los próximos años.

Destacamos que los participantes aprecian particularmente el hecho de que no sean profesionales médicos los que impartan la formación, sino personas voluntarias que conviven con la enfermedad mental de un pariente.

Nuestra forma de abordar esta problemática de manera global, y no desde un punto de vista estrictamente médico, permite nutrir el diálogo y poner de manifiesto todas las dificultades a las que se enfrenta el personal en el ejercicio de sus funciones.