Francia: como al interior de la celda

Siempre me había interesado el teatro, pero solo comencé a actuar en 1992, después de salir de prisión. Al inicio, me orienté por la comedia en vivo, sin abordar el tema de la prisión, y tras tomar clases en París, en el Café de la Gare, realicé mis primeros espectáculos. Mi profesor en aquel entonces me animó mucho. Sin embargo, después de algunos años tuve que dejar el teatro para ganarme la vida. Aunque todos los años asisto al festival de Aviñón.

Un día, me encontré con un amigo autor que no estaba al tanto de mi estancia en prisión. Al contarle cómo era la vida detrás de las rejas, nació la idea de llevar a los escenarios el tema de la prisión. En 2016, empezamos a escribir la obra, que representamos en el festival de Aviñón el verano siguiente. Por suerte, tuvimos un gran éxito y nos presentamos en muchos lugares.

Para mí, el punto de partida no fue la prisión. Esta no tuvo nada que ver con mi deseo de actuar. Es más, entre el momento en el que me lancé en el teatro y el momento en el que escribí la obra pasaron muchos años. El teatro no fue un medio para desahogarme.

Mi vida en prisión es un relato autobiográfico de mi vida, tal como la percibí en prisión. Mi intención no era hablar de lo que estaba bien o de lo que estaba mal, sino describir mi experiencia, desde el arresto y la encarcelación, hasta el momento de la liberación. El objetivo no era contar una historia de ficción ni hacer llorar al público ─hay momentos graciosos y otros menos─. Si diez personas que han estado en prisión hicieran un espectáculo, muy seguramente tendríamos diez historias con visiones diferentes a la mía.

Yo cuento mi historia en el escenario porque no la cuento en ninguna otra parte. Cuando actúo, es como si regresara de cierta manera a la prisión. Decidí recrear un entorno carcelario, con una celda idéntica a la que tenía en los 90, para describir mi vida cotidiana de esa época. La prisión no fue una experiencia maravillosa, pero tampoco la viví como algo traumático. Lo que sí puedo decir es que me marcó. En realidad, digan lo que digan, todas las personas que pasan por la prisión quedan marcadas de por vida. No es que pienses en ella todo el tiempo, pero hay pequeñas cosas que no te permiten olvidarla nunca.

Esta pieza también es la ocasión para hablar sobre lo que viene después de la prisión. Es cierto que algunos regresan, pero yo hablo de mi experiencia y del hecho de que hay una esperanza tras la salida. Mi intención no era transmitir ningún mensaje, aparte del de la esperanza; es todo lo que puedo decir. Por lo demás, la obra de teatro habla por sí misma y cada espectador puede hacerse su propia idea.

Me alegra cuando las personas que van a ver la obra descubren como es la realidad de la prisión y cambian su percepción. El hecho de que sea una persona que cuenta su experiencia cambia las cosas. Los que nunca han estado en prisión y asisten al teatro, pasan una hora en la celda a mi lado. Esto les permite sentir de alguna manera lo que sienten las personas privadas de libertad.

Siempre disfruto representar esta pieza. Sin embargo, trato de no hacer demasiadas funciones porque es como si me encontrara de nuevo en prisión, una y otra vez, durante una hora.

Lo que más me gusta es actuar en teatro, pues no hay nada mejor que la atmósfera cálida que allí se respira. Pero, también me he presentado en otros lugares. Por ejemplo, he tenido el honor y el placer de actuar en las prisiones de Épinal y Nancy. Fue mi oportunidad para decirles a los reclusos que había una esperanza al salir, y darles una idea de lo que era la vida cotidiana de una prisión en aquella época, antes de la construcción de los nuevos establecimientos que se pueden calificar de “modernos”. En mi opinión, se trata de una pieza intemporal, porque la prisión no va a cambiar. Sea como sea, moderna o ruinosa, con televisión o no, la prisión sigue siendo un lugar de privación de libertad, con todas sus dificultades.