Como fotógrafo documentalista, disfruto el hecho de ser neutro y de poder contar una historia imparcial. Sin embargo, la negociación para obtener el permiso de visita a las prisiones es un aspecto particularmente difícil. He tenido la oportunidad de fotografiar a los guardias, a los directores de prisiones, a los reclusos y sus familias. Para mí, es importante poder establecer una relación con todos estos grupos (todos tienen una fuerte opinión sobre los demás), y que me perciban como una persona imparcial y digna de su confianza para que puedan relajarse y comportarse de manera natural frente a mí. Pienso que esto es particularmente complicado en la prisión, ya que las personas parecen estar la mayor parte del tiempo a la defensiva (es muy satisfactorio cuando logro que bajen la guardia). Me gusta trabajar en las prisiones porque, al contrario de lo que sucede en el mundo exterior, las personas no tienen prisa y tienen tiempo para dialogar conmigo, lo que me permite producir una imagen que refleja su verdadera personalidad.
Si bien cada historia es diferente, a menudo hay temas recurrentes como la pobreza, las desigualdades y el abuso. Cuanto más tiempo paso en las prisiones escuchando estas historias, más me apasiona el hecho de mostrar al mundo exterior, de manera sincera y cruda, la realidad del hermético mundo de las prisiones.
Es irónico que aunque el sistema de prisiones sea una entidad del Estado, los ciudadanos tengan tan poco conocimiento sobre su real funcionamiento. Esto se debe en parte a la falta de un diálogo honesto con el mundo exterior.
Andrew Aitchison