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Fuente: Citylab Latino
Ver el panoramaCómo un ícono arquitectónico venezolano terminó siendo una cárcel de presos políticos
‘El Helicoide’ iba a ser un mall único en América Latina, pero hoy es una prisión del gobierno y quienes han pasado por ahí lo denuncian como centro de torturas.
Hubo una época en la que todos se rendían a los pies de ‘ El Helicoide’. El poeta Pablo Neruda lo alabó. “Esta es una de las creaciones más exquisitas brotadas de la mente de un arquitecto”, diría luego de una visita a Venezuela. Y hasta Salvador Dalí mostró interés en ofrecer su arte para decorar aquella edificación, que a finales de la década del cincuenta prometía ser el más moderno de los centros comerciales.
Sesenta años después, el edificio sigue ahí y aún conserva mucho de lo que llamó la atención en sus inicios: un estructura atrevida y de vanguardia, en forma piramidal, con pisos sucesivos que van disminuyendo en tamaño, simulando un cerro de contornos redondos. Pero hoy, como mucho en Venezuela, su historia es otra. Este “ Babel Tropical”, como se le ha llamado, quedó signado por la desgracia y no terminó teniendo el mejor final. El otrora emblema del progreso quedó convertido en una prisión del gobierno y en un centro de torturas, según algunos denuncian.
El proyecto de El Helicoide surgió en una época marcada por el dinero del petróleo y la dictadura de Marcos Pérez Jiménez, conocido por su política de construcción masiva. En 1955 reinaba entre los arquitectos venezolanos la sensación de que todo era posible. “En esa ola optimista (…) un constructor se le acercó (al arquitecto) Jorge Romero Gutiérrez solicitando la planificación de un parcelamiento (de 101,000 mts2) en el lugar denominado Roca Tarpeya, donde él visualizaba (…) construir torrecitas de apartamentos para la venta. Esa sería la oportunidad para nuestro empresario creativo de construir una novedosa propiedad horizontal comercial”, escribe el arquitecto Dirk Bornhorst en sus memorias recogidas en el libro El Helicoide.
La empresa Arquitectura y Urbanismo C. A., donde Bornhorst trabajaba junto a Jorge Romero Gutiérrez y Pedro Neuberger, creó el ambicioso proyecto, inspirados en los espirales del estadounidense Frank Lloyd Wright y adaptándolos a la empinada topografía de Roca Tarpeya. “Vamos a hacer con Romero Gutiérrez (…) un súper proyecto: ¡Una montaña de exposiciones, con rampas!”, escribió Bornhorst en su diario, el 27 de enero en 1955.
La idea original proponía un gran centro comercial de 320 establecimientos, diseñados a lo largo de una estructura helicoidal, y 1,000 estacionamientos, distribuidos a la par de los comercios. Esto era sumamente rupturista: los recorridos por el edificio no se harían a pie sino en automóvil.
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