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LOS ÚLTIMOS MESES han sido increíblemente difíciles y traumáticos. Déjenme explicarles, y quizás mi experiencia se podría utilizar para centrar la atención en situaciones similares.
En primer lugar, mi hija Rachel, que vive en Inglaterra, [escribió] un mensaje de correo electrónico a un amigo que vive en Japón (esto acelera increíblemente la recepción de los mensajes) para informarme de que mi madre había fallecido el día 10 de diciembre de 2018… solo dos días después de cumplir 89 años.
Ya que no hay acceso al teléfono, ni siquiera la propuesta de usarlo “por motivos humanitarios”, he tenido que intentar informar a mi familia y amigos de este triste hecho por “correo postal/aéreo”, pero la limitación de cinco cartas al mes lo hace mucho más complicado. Solo se nos permite enviar una por semana (para intentar enviar más de una carta por semana, se tiene que hacer una solicitud especial (gansen) y su aprobación lleva de 2 a 3 semanas, así es que la solicitud, después de todo ese tiempo, se vuelve obsoleta). Además, nos está prohibido incluir un mensaje para “alguien más” en la carta. En efecto, no puedo enviar una carta a una persona y pedirle que pase mensajes breves a muchos otros destinatarios. Esta prohibición se aplica incluso al hecho de enviar una carta dirigida al “Sr. Y Sra. García” ̶ ya que las autoridades (¡en Japón!) consideran que son dos individuos, ¡incluso aunque estén casados y vivan bajo el mismo techo! ¿Alguna vez han oído algo más absurdo?
Como verán, mi “permiso de correo” para enero y febrero lo he dedicado, básicamente, a ponerme en contacto con mi familia y amigos para informarles sobre el fallecimiento de mi madre.
En segundo lugar, algo mucho más agradable y grato fue la notificación el 24 de enero de que las autoridades japonesas habían aprobado finalmente mi solicitud de “acuerdo para el traslado de prisionero”. Como ven, he subrayado la palabra “finalmente”.
Esto se debe a que, desde principios de 2014, las autoridades británicas han estado intentando obtener este acuerdo y, el 7 de febrero de 2018, enviaron una aprobación gubernamental total ─que implica a varios departamentos del Gobierno, al Ministerio de Asuntos Exteriores y la policía británica─ al Ministerio de Justicia (¿o debería decir de Injusticia?) japonés.
Efectivamente, las autoridades japonesas han tardado 12 meses en responder. Pero, como pueden ver, aunque se han cumplido y aceptado todos los trámites por parte de varios departamentos gubernamentales, y después de casi ocho semanas, sigo encarcelado en una prisión japonesa.
Queda poco margen para dudar de que las autoridades muestran la más grande de las indiferencias por las responsabilidades contenidas en un tratado aceptado por el Estado. De nuevo, he tenido que enviar cartas a varios miembros de mi familia y amigos para prepararlos para mi llegada a Inglaterra… sea cuando sea que ocurra. Así pues, con estos dos hechos que suceden casi simultáneamente, ha sido un rompecabezas usar mi “permiso de correo” para informar a mis allegados. A esto se debe el extremo retraso de mi respuesta.