Irónicamente, cuando recibo esta imagen, me encuentro en medio de otro confinamiento.
Con mi espacio ya restringido aún más limitado, encerrado con otro hombre en una celda de siete metros cuadrados, justamente lo que no tenemos es espacio. Estamos obligados a comer, dormir y defecar en media habitación. Cuando mi compañero de celda inhala, yo exhalo, así es que ninguno de los dos respiramos demasiado profundo. Con cada sonido, con cada movimiento se generan tensiones, que nos roban a los dos incluso más espacio. Si no hay espacio significa que no hay sitio.
No hay profundidades insondables en prisión. Cuando pensamos en la profundidad, imaginamos dos metros. Mirar al mundo exterior desde mi celda se asemeja a este barco a la deriva en un mar vacío, en medio de ninguna parte, nadie para oír los lamentos, nadie para ver el sufrimiento. Aunque nosotros, de este lado, tenemos poco espacio para movernos a nuestro antojo, los del otro lado, los de afuera, nos confinan aún más al establecer una distancia mayor.
Mi percepción del espacio es que no tenemos ninguno. Por lo tanto, me han dado demasiado. El sistema nos roba todo el espacio. El mundo libre lo entrega sin pensárselo. Perder a un ser querido dentro de un espacio lo suficientemente pequeño como para asfixiarse. Mi celda acoge el deseo de que me dejen solo. El vasto espacio entre uno mismo y el mundo exterior suscita la idea de acoger todas las cosas. Mis sueños no viajan.
Los muros son demasiado angostos, el techo demasiado bajo, es difícil ver el horizonte cuando hormigón sobre hormigón besados por el acero nublan nuestra visión.
Ojalá tuviera espacio suficiente para “sentir” algo aparte de dolor. Ojalá tuviera una pizca de espacio para “tocar” algo aparte de esta despiadada realidad. De este lado del muro, el espacio genera distancia, la distancia genera separación y la separación nos separa incluso de nosotros mismos. Así es que no necesito estar en el vientre del Pacífico para sentirme solo, para despreciar el espacio o para tener una opinión de cuan problemático es el espacio para aquellos de nosotros que vivimos dentro de una prisión.
La prisión viene con muchas cosas (odio, opresión, racismo, acero, hormigón, alambres de espino) pero el espacio no es una de ellas.