Me encantan los gatos. Tengo uno que vive con mis padres, ellos tienen un gran jardín que el gato comparte con tres perros. Lo encontré en la calle hace ya más de quince años, duerme casi todo el día y sale casi toda la noche si es que no llueve. ¡Así es Minou! Cuando lo encontré, él estaba desesperado, me siguió de cerca durante un buen rato, entonces lo adopté y desde ese día ha tenido una vida de gato de campo. El gato tiene una vida de rey.
Cuando tenía 20 años, compartía un pequeño departamento con mi novia sobre los tejados de Toulouse. Un día, una gata preñada vino a maullar a nuestra puerta, buscaba un lugar para dar a luz. La acogimos y tuvo cinco gatitos. ¡Fue maravilloso! Los vecinos de abajo seguro se preguntarían qué era todo ese alboroto. Todos los días ponía un trozo de papel de tapicería bajo una mesa para que todos pudieran hacer sus necesidades. La madre realmente tenía un buen sentido de la higiene; tomaba en su hocico a sus pequeños, uno por uno, y los colocaba sobre el papel de tapicería para que se acostumbraran a hacer sus necesidades allí. Lo hizo muy bien, pronto los pequeños aprendieron a ser limpios. Desde que aprendieron a caminar, ya sabían ir solos a su “baño”. Tuve que botar los rollos de tapicería, pero valió la pena.
Teníamos cinco gatitos en las mejores condiciones y ellos se hacían sentir. A las siete de la mañana empezaba el alboroto. Abríamos la puerta de vidrio de la habitación y los diablillos empezaban a mordernos los dedos del pie y todo lo que se moviera, tenían agujas en vez de dientes. Pronto se convirtió en un juego y un ritual, porque si nos retrasábamos, saltaban con toda su fuerza contra la puerta de vidrio hasta que la abriéramos. ¡A las siete en punto! No tiene que ver con el tema del olfato, pero me da gusto volver a hablar de este excelente recuerdo. Ese pequeño momento de felicidad nos dio mucho trabajo, ya que de otra manera podría haberse convertido en una verdadera cloaca como en la foto.
Los animales son limpios por naturaleza si uno les da los medios; en cambio, los humanos no siempre lo son. Cuando están enfermos, desanimados o no tienen ganas, los humanos pueden ser sucios, pero también puede pasar que se encuentren en un basurero en contra de su voluntad: tres reclusos en nueve metros cuadrados, con un lavamanos y un inodoro; esto puede causar conflictos frecuentes.
En la cárcel, tuve que pelear por la limpieza de la celda, y honestamente yo tenía razón. Pero de todas formas es muy delicado tener que decirle a alguien que apenas conoces que limpie lo que ensucia. Si no lo hace y tú encuentras su suciedad cuando quieres lavarte después de él, empieza a exasperarte.
Sin embargo, hay que destacar lo antiguas e insalubres que son algunas prisiones.
Actualmente ya no me puedo quejar de eso, el lugar donde me encuentro es nuevo y tiene toda la infraestructura necesaria: celdas limpias e individuales, los locales están como nuevos. Bueno, es un lugar para las condenas largas, así que es adecuado. Los olores aquí suelen ser neutros y hay muy pocos. Como auxiliar del pabellón de reintegración, me ha tocado ingresar a las celdas de los reclusos que han salido de urgencia (a aislamiento o al hospital psiquiátrico) y estaban en estados inimaginables, a veces a propósito. Pero normalmente son reclusos con enfermedades psiquiátricas que dejan detrás de ellos verdaderos basureros, similares a la situación olfativa de la foto de los gatos.
Por el contrario, cabe decir que la prisión es un lugar cerrado, ningún olor entra. No hay aromas de flores como en la primavera, o el olor de la hierba recién cortada. Es muy pobre a nivel olfativo. Ocasionalmente, el olor de un perfume o una colonia, nada más.