— “No puedo confiar en el destino, dado que no hay ningún futuro previsto para mí. Tampoco puedo tener un pasado, porque este pasado debe olvidarse. Se me ha ofrecido un presente confuso, con el que me es difícil interactuar y sobre el que no tengo la más mínima oportunidad de decisión, porque igualmente, el espacio temporal en el que vivo se define como «un invisible matiz de la nada» y esto no es ningún eufemismo.”¶
Ciao, querida Laurence,
Recibí tu agradable carta hace unos días, mientras guardaba cama por culpa de una fuerte fiebre. No se trata de ninguna enfermedad ligada a una patología, en mi opinión, se trata más bien de una “fiebre de prisión”. Se dice que la pena nos hace enfermar. No, ni bromeo, ni es un exceso de reflexión. Algunas mentes ilustres han explicado que las condenas de larga duración pueden presentarse como sanción, una “respuesta médica” ante la carnicería de tormentos, como una “pena quirúrgica”, porque amputa y se lleva consigo parte de nuestras vivencias, nuestra salud, nuestra personalidad, parte de las funciones psicológicas básicas para el desarrollo de una persona… Quienes se ven obligados a soportar el sufrimiento de una larga reclusión, siempre ven reducida la calidad de sus vidas.
Pero volvamos a tu carta, tu preciosa y amable carta.
No importa que estés acostumbrada a escribir e-mails, atrapada en el frenesí de los tiempos que corren, en los que todo se dice y hace rápido, en los que mandan WhatsApp, Mail, Facebook o Twitter. Lo esencial, fundamental, para mí es que puedas escribirme, aunque sea de manera telegráfica. Lo que importa no es la forma, sino el fondo. No se trata de la cantidad de palabras escritas, sino de su calidad, ya que, a veces, una sola palabra puede tener la fuerza necesaria para pulverizar una roca de granito.
Cada uno de nosotros, tú, yo, las personas que nos rodean, todos necesitamos palabras que nos reconforten, que alivien nuestro abatimiento y malestar, que le den aliento a nuestra alma.
En ese cemento de inmovilidad, me has tendido la mano, me has lanzado pequeños salvavidas en forma de palabras en las que se derriten las dudas y tristezas, palabras que en mis paredes van dibujando pequeños arcoíris que unen las orillas de nuestros mundos: el tuyo, un mundo libre; el mío, recluido tras estos muros.
A veces, la vida nos disuelve en meandros vacíos. Pero la fuerza de nuestra alma siempre debe permanecer inmutable. Lo sé, no siempre basta con transformar en realidad nuestros deseos y nuestras intenciones. Soy el primero que entrevé las discordancias que pueden existir entre el pensamiento y los hechos. Fisuras difíciles de “colmatar”.
No olvides que la realidad de cada uno de nuestros días toma la forma y el significado que nosotros queramos atribuirle. Solo la fuerza de nuestro pensamiento puede convertir el hierro en oro.
Me doy cuenta de que simplemente somos seres humanos, frágiles, que la vida a menudo toma caminos no deseados, como si alguien moviera los hilos por nosotros. Nos convertimos en marionetas, atadas de pies y manos, actuando en un espectáculo que no hemos elegido.
** A partir de ese momento, la alternativa que nos queda es… o bien acurrucarnos en el escenario, convertirnos en una maraña deforme de hilos y pequeños trozos de madera, o bien adaptarnos al movimiento con el que nos dirige el marionetista y lograr que cada desgarro sea un paso de baile hacia delante.**
Como ves, me doy ánimos a mí mismo, como un hombre estúpido, consciente, que no ve nada elevándose en el cielo. Tanto esfuerzo sin resultados tangibles. Tal vez, como ya te había dicho antes, nosotros somos quienes debemos darle sentido a nuestro día a día.
En definitiva, escribir un diario, a sabiendas de que cada día debes contar lo vivido, podría llevar al autor a edulcorar o manipular la realidad. Así, considero que nuestra correspondencia es mucho mejor que un diario, porque todo lo escrito surge directamente del corazón y tiene el poder de trasladar los lectores hasta mi celda. Así de sencillo. Nuestras cartas son un diario de la vida, en la que las almas más luminosas siempre se encuentran.
Bueno, aquí concluyo mis reflexiones matutinas, si no, no acabaría nunca; así que termino, esperando leerte pronto.
Besos.
Marcello
— Publicado el 13 noviembre 2017.¶