MI NOMBRE ES MOHAMED, nací en 1999 en Koidu, en el distrito de Kono, al este de Sierra Leona. Vine a Mauritania para estudiar en una escuela coránica de Nouakchott.
La policía me arrestó en enero de 2019 tras un simple control de identidad, debido a que durante varios meses no tuve permiso de residencia ni certificado de solicitud de asilo. En mayo, por fin obtuve estos documentos, válidos por tres meses. Me arrestaron como a eso de las dos de la tarde, cerca de la mezquita en la que estudio el Corán. Estaba con Ismail, mi hermano de 15 años, y un amigo sierraleonés. Un amigo que presenció la escena avisó a mi primo Mokhtar sobre el arresto. Me llevaron a una comisaría en el barrio Dar Naïm o Bouhdida, ya no recuerdo muy bien.
Permanecí una semana en esa comisaría, en la que no me dieron nada de comer. Mi primo me llevaba comida cada vez que era posible, pero él es un chico pobre, así que hacía lo que podía.
Podía tomar el aire de vez en cuando, pero no todos los días. Durante toda la semana que estuve allí, no pude ducharme, y solo podía ir al baño una vez al día. Aceptaban que oráramos, pero no se nos permitía hacer las abluciones con agua. Mi primo me había llevado una pequeña piedra para remplazar las abluciones y poder cumplir con mi deber religioso. Las noches eran difíciles, no teníamos nada; dormíamos directamente en el suelo, la celda estaba llena de mosquitos y no había mosquiteros. Los policías seguían pidiéndome documentos que yo no tenía. A mí no me maltrataron, pero sí golpearon a mi hermano menor.
Los policías hablaban en hassaniya. Yo hablo Krio, por lo que no podía entenderlos. No vi a ningún abogado y nadie siquiera me lo propuso. .
No me hicieron un reconocimiento médico, no me explicaron nada sobre el procedimiento ni sobre mis derechos, lo único que querían eran mis documentos. Al cabo de una semana, mi primo negoció con la policía y me liberaron. Probablemente tuvo que darles dinero.