Estimar la cantidad exacta de prisiones en el mundo no es tarea fácil. Austria cuenta con 27; Francia y Japón con menos de 200; Rusia con más de 870; Brasil con 1400, y Estados Unidos con 4000. Unas de ellas alojan a docenas de reclusos y otras a varios miles.
En Turquía, se construyeron 130 prisiones en unos cuantos años para encarcelar al creciente número de reclusos, que, en muchos casos, se trata de opositores políticos. El complejo penitenciario de Silivri, que consta de varias prisiones, aloja a unas 17 000 personas. La “ciudad penitenciaria de Haren”, Bélgica, remplazó las antiguas instalaciones que se encontraban en mal estado. Sin embargo, las personas que se oponían al proyecto criticaban la dimensión industrial de esta maxiprisión.
En los años 2000, en Francia, se decidió construir las prisiones en la periferia de las zonas urbanas, y cerrar poco a poco las prisiones vetustas de los centros de la ciudad. Los nuevos establecimientos penitenciarios, más grandes y modernos, tienen el mérito de ser más limpios, pero tanto los guardias como los reclusos extrañan las antiguas prisiones, que consideran más humanas.
En Estados Unidos, las nuevas prisiones se construyeron en zonas rurales poco pobladas. Algunas se hallan en medio de la nada y constituyen la principal actividad económica de la región. En ciertos casos, por ejemplo, los familiares que van a visitar a los reclusos son la mayor parte de la clientela del único motel local. Cañon City, Colorado, conocida como el “Valle de las prisiones” (Prison Valley) cuenta con al menos diez centros penitenciarios por 19 000 habitantes.
En Rusia, la implantación de las prisiones se heredó del gulag soviético, y las colonias penitenciarias quedaron relegadas al Extremo Norte o el Extremo Oriente. Así pues, tras el juicio, los reclusos recorren miles de kilómetros en tren para llegar a la prisión en la que cumplirán su pena. El viaje puede durar un mes, pero en los compartimentos del tren, previstos para seis personas, van hasta doce.
Ciertos lugares son prisiones a las que se evita llamárseles por su nombre. De este modo escapan a toda forma de control y de supervisión externa.
En Argentina, Venezuela y el Congo, por ejemplo, miles de personas pasan meses encarceladas en las comisarías de Policía, y algunas de ellas, incluso purgan toda su pena allí.
En China, las fábricas y los hoteles abandonados se utilizan para detener a las personas durante días o meses, de manera totalmente ilegal. Las “cárceles negras”, como se les conoce a estos lugares, están bajo el control de funcionarios del régimen.
En las zonas en conflicto, algunos locales se utilizan para detener, interrogar y torturar a todo tipo de personas.
En Siria, varias revelaciones sobre la prisión de Saydnaya pusieron al descubierto un sistema de barbarie, en el que se encarcela a las personas sin auto de procesamiento y sin que se les someta a un verdadero juicio. Se estima que entre 2011 y 2015, se ejecutó a más de 13 000 reclusos en ahorcamientos masivos.