Una solución demencial

Muchas de las personas que ocupan las prisiones sufren de problemas de salud mental, como ansiedad, psicosis, neurosis, insomnio, paranoia, conducta suicida, etc.

En Marruecos, se encarcela a las personas a pesar de haberse reconocido su inimputabilidad. En Bélgica, los autores de delitos que sufren de trastornos mentales se someten a una evaluación pericial y, en espera de sus resultados, se les interna en los anexos psiquiátricos de los centros penitenciarios. Esta solución le ha valido al país varias condenas por tratos inhumanos y degradantes, ya que estas instalaciones no son un lugar adecuado para brindar cuidados médicos.

A falta de políticas y programas de salud mental, la prisión se ha convertido en la solución más cómoda para reprimir ciertas conductas marginales. Por un pequeño robo, las personas con trastornos mentales pueden pasar varios años en prisión, en espera de su juicio.

Sudáfrica cuenta con 79 psiquiatras para un total de 162 000 reclusos. Más del 40 % de las personas privadas de libertad en las prisiones italianas sufren de algún problema de salud mental. Esta proporción representa cerca del 30 % en España, el 35 % en Inglaterra, y el 60 % en los Países Bajos.

La prisión no permite curar los trastornos ni hacerlos menos severos o dolorosos. El aislamiento, el hacinamiento, la falta de atención, el ruido y la inactividad empeoran el estado psíquico de las personas privadas de libertad. Además, el frecuente consumo de sustancias agrava los trastornos mentales ya existentes.

Solos frente a su enfermedad, los reclusos pueden llegar a convertirse en personas imprevisibles, taciturnas, violentas o irracionales. Y, a menudo, el personal penitenciario recurre al aislamiento solitario para controlar las situaciones que no sabe manejar. En el estado de Nueva York, por ejemplo, los reclusos con enfermedades mentales graves pueden pasar décadas en régimen de aislamiento.