ON. La prisión de Haren, cuya construcción debe terminarse en 2022, tendrá una capacidad para 1190 personas (hombres y mujeres) y será la más grande de Bélgica. Las instalaciones contarán con un centro de observación, un centro médico y psiquiátrico. Actualmente, la capacidad media de las prisiones es de 300 personas, excepto por las prisiones de Bruselas (1084), Lantin (694) y Brujas (626). Se supone que Haren remplazará la prisión de Bruselas, pero eso está por verse. Por ejemplo, con la construcción de Marche-en-Famenne no se cerraron las prisiones de Namur, Dinant y Huy como se había anunciado.
La administración penitenciaria parece muy entusiasta con su proyecto, que presenta como “la ciudad penitenciaria de Haren”, y ha anunciado que se conformarán pequeñas unidades de vida de 30 personas privadas de libertad, y que estas dispondrán de una tarjeta magnética que les dará acceso a sus celdas y a otros lugares.
La prisión tendrá infraestructuras deportivas, salas de formación e instalaciones para el trabajo penitenciario. La gestión del personal también cambiará, puesto que se hará una distinción entre el personal encargado de la seguridad y el encargado del acompañamiento de los reclusos. Según la administración, todos estos elementos permitirán a los reclusos tener mejores condiciones de vida y asumir una mayor responsabilidad.
Sin embargo, diversos actores, del ámbito judicial, del Colegio de Abogados, del comité del sector y del entorno asociativo, implicados en temas relativos a la prisión y al medio ambiente se oponen a este proyecto. Se ha creado una coalición de fuerzas con el nombre de “Plataforma para poner fin al desastre carcelario” (“Plateforme pour sortir du desastre carcéral”), así como el “Haren Observatory“; una “Zona A Defender” (ZAD) se ha instalado en el lugar de las obras y se ha publicado un libro para respaldar la lucha contra esta “maxiprisión”.
Una de las principales críticas es la de la impertinencia de construir una nueva prisión, ya que la ampliación del parque penitenciario nunca ha resuelto el problema de la sobrepoblación. Otras críticas se basan en una perspectiva abolicionista, otras denuncian el recurso a las alianzas público-privadas (algunas calificadas de dudosas) y otras la falta de transparencia de esta privatización.
La crítica con respecto al medio ambiente es también fuerte, ya que la construcción de la prisión ha conllevado la destrucción de la ZAD de Keelbeek de 20 hectáreas de tierra cultivable y de una gran biodiversidad.
La ubicación de la prisión también ha suscitado cierta preocupación. Mientras que la prisión de Bruselas se sitúa en un lugar fácilmente accesible en transporte público y cerca del Palacio de Justicia, la prisión de Haren se ubicará en el norte de la región de Bruselas-Capital. El riesgo es que, debido a la distancia, los abogados y familiares reduzcan la frecuencia de las visitas, que son esenciales para las personas privadas de libertad. La administración penitenciaria afirma que se está considerando ampliar el acceso en transporte público, pero no hay ninguna garantía de ello. Por otra parte, no es porque las instalaciones son nuevas, cómodas y con buena infraestructura que las condiciones de reclusión serán mejores. ¿Cuál será precisamente el régimen de vida? ¿Con qué frecuencia se podrán utilizar las salas de formación y de deporte? ¿Quién podrá trabajar?, ¿cuáles serán las condiciones de acceso al trabajo?, ¿cuál será su remuneración? ¿Cómo se organizarán las visitas (reservas, horarios, acceso)?
Todas estas preguntas, que quedan sin resolver, son las que determinan las condiciones de reclusión. El investigador David Scheer habla de la “paradoja de la modernización carcelaria”: a menudo los reclusos se sienten mejor en las prisiones viejas e insalubres que en las nuevas, que consideran más frías. Tanto la apertura automática y remota de las puertas como la “comodidad” de la celda (teléfono, ducha) reducen drásticamente el contacto humano y las posibilidades de circulación.
La infraestructura no lo es todo, por ejemplo, las prisiones de Marche y Leuze tienen la misma, pero los regímenes de vida difieren: régimen abierto y regresivo en la primera, régimen cerrado en la segunda. Este es un aspecto al que habrá que prestar atención cuando se abra Haren. Por otra parte, teniendo en cuenta la crisis económica que se avecina, su enorme costo, asociado a la evidente ineficacia del encarcelamiento, hace que nos preguntemos: ¿No habría sido mejor invertir este dinero en el ámbito social y en la salud pública? La pregunta se responde sola.