Maxime Bissay. Uno de los principales factores que dificultan el acceso a la justicia es la pobreza. Muchas personas carecen de recursos para pagar su defensa o para hacer avanzar sus procedimientos. La corrupción corroe todo el sistema judicial, la Policía y la Judicatura, por lo que los expedientes no se tratan si no hay dinero de por medio, y las decisiones favorables a menudo se supeditan a los sobornos. Las personas menos favorecidas son conscientes de que aquellas que tienen los medios para pagar, pueden esquivar la ley. Nadie confía en las instituciones judiciales, a la que se les considera parciales e ineficaces.
Para las personas privadas de libertad, el acceso a la justicia se limita a la teoría. Si bien la ley prevé la asistencia jurídica gratuita para las personas más desfavorecidas, los abogados y las abogadas de oficio que se les asignan se implican poco en sus casos, y no suelen considerarlos prioritarios. Esto se debe a que, a menudo, las jurisdicciones no pagan sus honorarios, a pesar de ser irrisorios.
Existen también otros factores que obstaculizan el acceso a una justicia imparcial, tal como lo prevén la Constitución y el Código de Procedimiento Penal de Camerún. La escasez de autoridades judiciales en el país, por ejemplo, limita tanto la transparencia como la aplicación efectiva de los procedimientos. Y, aunque las escuelas de la judicatura forman a nuevos y nuevas profesionales, este problema sigue sin resolverse. En cuanto a los presupuestos de los tribunales, es imposible conocerlos, ya que no se divulgan.
Según las cifras oficiales, más de la mitad de las personas privadas de libertad se encuentran en espera de juicio. Sin embargo, las organizaciones de la sociedad civil afirman que estas cifras no reflejan realidad.
Si bien se supone que, en función de la gravedad del delito, el periodo de prisión preventiva varía entre tres y seis meses, renovable una sola vez —es decir, un máximo de 12 meses—, he visto casos de personas que pasan dos o tres años en espera de juicio. La demora en los procedimientos también se debe a la distancia geográfica entre los tribunales de instancia y los de apelación, ya que solo hay uno por región.
Las personas condenadas en primera instancia pueden impugnar la decisión. Sin embargo, los expedientes no se transmiten de manera automática al tribunal de apelación. Por otra parte, si las personas privadas de libertad no disponen de los medios necesarios para viajar a la ciudad en la que se encuentra el tribunal competente, sus expedientes terminan en el fondo del cajón, y su única esperanza son las asociaciones defensoras de los derechos humanos.
Las dificultades son aún mayores para las personas acusadas de terrorismo o de implicación en la crisis anglófona . Este tipo de casos los instruye un tribunal militar, sin que se garanticen los derechos previstos en los procedimientos penales. Los periodos de prisión preventiva, por ejemplo, suelen sobrepasar los límites legales de seis meses, renovables una vez, y las personas acusadas de terrorismo se consideran culpables incluso antes de su juicio.