SEFQ. Los centros de reinserción o centros residenciales comunitarios aparecieron en Quebec durante los años 60, pero al principio se reservaban a la población masculina. El primer centro de reinserción para mujeres se inauguró en 1980. Hoy en día existen unos 40, de los cuales dos están destinados a las mujeres y gestionados por la Sociedad Elizabeth Fry. En su mayoría, reciben la financiación del Servicio de reinserción de Canadá y Quebec. Estos centros acogen a reclusas que han cumplido entre un sexto y un tercio de su condena. Se trata de una integración en la sociedad que les permite a la vez preparar su reinserción y su liberación.
Si la entrada en prisión suele ser un shock para las mujeres, la salida es también un momento muy difícil. A menudo, tienen la impresión de que el tiempo se ha detenido durante su encarcelamiento y cuando salen se dan cuenta de que la vida ha continuado sin ellas. A veces hay sorpresas desagradables: un cónyuge que rompe su relación, padres que no desean reanudar el contacto, etc. En ocasiones, las mujeres idealizan su regreso a la sociedad, pero, al salir, se dan cuenta de todo lo que han perdido. Todo lo que las llevó a prisión las espera fuera y deben enfrentarse a ello.
La clave no está en la prisión, sino en la sociedad. Para estas mujeres, es importante integrar estos centros de reinserción, en los que se les brinda acompañamiento y apoyo, y comparten su día a día con otras mujeres que viven su misma realidad. Con esto se consigue un efecto de ayuda mutua e intercambio.
Mantener los lazos familiares es un desafío para las mujeres, a menudo, el más importante, incluso antes de volver a trabajar. La mayoría de ellas se sienten culpables de no haber respondido a las expectativas de la sociedad y de no haber estado presentes en la crianza de sus hijos. Por ello, durante su paso por un centro, ponen mucho empeño en reconstruir esos vínculos.
Una consejera clínica hace el seguimiento de cada mujer y le ayuda a cumplir con las condiciones fijadas por los servicios de libertad condicional, así como con los diferentes trámites que desee iniciar. Como no se permite el ingreso de los familiares en el centro, las residentes pueden ir a visitarlos.
El trabajo se centra en la realidad de cada una de estas mujeres. Algunas vivieron largos períodos de encarcelamiento y mantener los lazos para ellas puede significar, por ejemplo, volver a crear vínculos con sus hermanos y hermanas. Hay que ir poco a poco: después de pasar varios años en prisión es difícil pasar un fin de semana en familia. Otras mujeres han perdido la patria potestad de sus hijos. Si quieren recuperar su custodia, el centro las acompaña en este proceso. Esto implica ayudarlas a encontrar un abogado para que las represente, entender sus derechos y las diferentes etapas de este camino que puede llegar a ser muy doloroso.