Transformar la prisión: el papel de la información

Carole Berrih. Hace más de diez años que llevo a cabo investigaciones sobre el entorno penitenciario para diversas ONG y agencias de las Naciones Unidas. En algunos casos, se trata de analizar la situación penitenciaria de un país antes del desarrollo de un proyecto. En otros, evalúo las acciones que se han puesto en práctica para mejorar las condiciones de reclusión. El objetivo es ver en qué medida las actividades realizadas han contribuido a ello. Estos proyectos pueden tomar formas muy diversas: mejora del acceso a la atención médica, organización de actividades de reinserción social y familiar, formación de los agentes penitenciarios o del personal sanitario, asistencia jurídica, sensibilización sobre los derechos de las personas detenidas, etc.

Recientemente intervine en una prisión donde estaban realizando un programa de apoyo a la atención médica. Conversando con los niños detenidos en dicha prisión, pude constatar que la mayoría de las actividades de sensibilización sobre las patologías presentes en el ambiente penitenciario fueron llevadas a cabo fuera de sus módulos. Para limitar las posibilidades de fuga durante la transferencia de una unidad a otra, solamente fueron autorizados a participar los niños que, según la administración, no plantearan riesgos para la seguridad. Por ello, recomendé revisar el método de trabajo y realizar actividades por módulos para asegurar que ningún niño fuera dejado de lado.
En otra prisión donde estaban llevando a cabo un proyecto de preparación a la reinserción, tanto equipos como reclusos me señalaron que los vigilantes cancelaban con frecuencia las actividades. Tras una conversación, descubrimos que estos últimos jamás habían sido vinculados en la formulación o en la implementación del proyecto. Los vigilantes consideraban que los reclusos recibían demasiada atención. Fue entonces cuando sugerí reforzar los vínculos entre el proyecto y el personal, asociándolos en determinadas actividades y creando un nuevo marco para el intercambio. El objetivo de todas estas misiones es el mismo: asesorar y orientar las actividades de las organizaciones para mejorar la calidad de las intervenciones en el ámbito penitenciario.

CB. En determinados países, el acceso a las prisiones no es muy difícil, contrariamente a lo que uno podría pensar. Los régisseurs ¹ se enfrentan a menudo a una masificación penitenciaria que no han causado ellos. El hacinamiento crea muy malas condiciones de reclusión, lo que complica su trabajo. Por ello, suelen estar de acuerdo con los proyectos provenientes del exterior, que les permiten dar a conocer sus necesidades y potencialmente trabajar en conjunto para mejorar las condiciones de sus prisiones.

A menudo puedo hablar directamente con el personal de la prisión y con los reclusos, sin vigilancia ni obstáculos. De esta manera tengo acceso a mucha información: reclusos por categoría y por infracción, tamaño y estado de las celdas, cantidad de personas detenidas por celda, presupuesto destinado a la alimentación y a la salud por cada centro, prevalencia de las patologías, número y tipo de defunciones, cantidad de personas en celdas de castigo, eventual costo para conseguir una celda y obtener acceso a los servicios, cantidad de agua y comida disponible por persona, hechos de violencia, etc. Esto me pone al corriente de situaciones extremadamente problemáticas.

En algunas prisiones encontramos tasas de masificación de más del 400 %, con instalaciones sanitarias muy insuficientes.

En una de las prisiones del Sahel donde trabajé, había un solo sanitario en funcionamiento para más de 230 reclusos.
Cuando, en el 2016, llevé a cabo un estudio en Chad, descubrí una prisión con una capacidad máxima de 400 plazas donde había 1720 reclusos, y donde las celdas de 12 m2 albergaban a más de 70 personas. En consecuencia, los internos más pobres, entre ellos niños, dormían en una posición denominada “barco”, en la cual cada persona se sienta entre las piernas de otra persona, pegada contra ella. Los reclusos deben moverse lo menos posible si no quieren ser golpeados por los demás, porque, si alguien se mueve, toda la fila se despierta. Si las personas detenidas podían pagar y disponían de avales fuera de la prisión, podían tener acceso a camas más cómodas. ²

CB. La masificación penitenciaria es una verdadera epidemia en numerosas prisiones del África subsahariana, particularmente en las grandes ciudades. Esta situación es muy complicada tanto para los reclusos como para los vigilantes, dado que estos últimos son generalmente poco numerosos y tienen poca formación.

En numerosas prisiones, aunque esté prohibido por los estándares internacionales, se ha establecido un sistema informal de gestión del orden y de la seguridad, dirigido por los detenidos.

Es frecuente que ciertos reclusos controlen la disciplina, el acceso a los recursos y los servicios sanitarios, o incluso la asignación de celdas.

En algunos países, este tipo de organización social jerarquizada de carácter informal se creó para compensar la ausencia total de gestión por parte de las autoridades. En otros, se trata de una delegación de poder por parte del personal penitenciario. Estos fenómenos complican en gran medida la implementación de intervenciones en prisión, puesto que existen riegos importantes de apropiación y de discriminación en el acceso a los recursos y servicios.