RR. Siempre tenemos dificultades; la primera es obtener las autorizaciones a nivel del Estado, ya que tienen que venir del ministro de Justicia, del presidente o del primer ministro. Algunos nos reciben con los brazos abiertos porque quieren mostrar a las personas lo complejo que es aportar los recursos necesarios para favorecer la reinserción, mientras se encuentran en la mira de las organizaciones de derechos humanos por los abusos que se cometen contra los reclusos y la falta de atención. Algunas prisiones hasta nos han invitado a venir para que documentemos sus condiciones. Sin embargo, en el 80 % de los casos, el acceso es sumamente complejo y puede llevarnos meses y meses de negociaciones. El primer paso es identificar la prisión que nos interesa e intentar un acercamiento. Luego hay un interminable intercambio de correos y mensajes, e incluso cuando los contratos están por firmarse, los planes pueden venirse abajo en el último instante. Con los años, las negociaciones se han hecho más fáciles porque, gracias al programa, las autoridades penitenciarias conocen lo que hacemos y cómo lo hacemos, y tienen una idea de lo que va a suceder y de cuál es nuestro objetivo.
A veces nos prohíben ingresar en una u otra área, ya que hay reclusos vulnerables, y exponerlos ante las cámaras podría poner en riesgo su seguridad. En ese caso, hacemos un compromiso, pero si creemos que están tratando de ocultarnos algo, no hay negociación posible. No estamos dispuestos a poner en riesgo nuestra integridad de periodistas. Aparte de eso, no hay mucho más que podamos hacer. Debemos tener la astucia suficiente para tomarnos el tiempo de ver lo que la prisión nos quiere mostrar y ver lo que nosotros queremos ver.
Ya ha sucedido en varias ocasiones que, una vez dentro de la prisión, nos nieguen cosas que habían aceptado previamente. Otras veces, he ido a ver a reclusos en aislamiento solitario, pero no me han dejado hablarles o preguntarles cómo es estar allí y si el castigo es eficaz. En ese caso, le digo a la dirección: “si quieren que la gente vea que están haciendo las cosas bien, tienen que mostrarlo”.
Algunas veces nos han permitido ingresar en un módulo específico porque tiene que ver con el tema del episodio. Por ejemplo, si el tema es la adicción a las drogas, y que estas son la causa principal de la delincuencia en el país, podremos entonces visitar el módulo de rehabilitación. No vamos a las prisiones para exhibir a los reclusos como animales enjaulados, o solo porque podemos entrar y filmar en una prisión. Tiene que haber una razón válida. Nos estamos inmiscuyendo en la vida de las personas, en su privacidad y, en prisión o no, merecen que los tratemos como seres humanos.
Durante el rodaje, para usar el tiempo de manera constructiva, mi equipo suele adelantarse y conversar con un grupo de reclusos para identificar a alguien que pueda o quiera contar su historia. No todos están dispuestos a hablar de sus experiencias personales o de la prisión. Desde luego, algunas cosas tienen que prepararse, pero puede suceder que me detenga a hablar con alguien mientras voy caminando por la prisión. Y esta persona puede convertirse en el protagonista de uno de mis episodios porque tiene algo importante que decir, algo revelador, educativo o informativo sobre la prisión o sobre su propia vida, que puede enseñar a los demás.