Maiana Bidegain. La posibilidad de un diálogo entre agresores y víctimas es muy reciente en Francia: la ley existe desde 2014 y la circular se difundió en 2017. Mi encuentro se produjo a finales del año 2017 y fue uno de los primeros, probablemente el primero organizado en Francia.
En mi infancia fui víctima de una violación perpetrada por un joven que fue condenado. Por aquel entonces no asistí al juicio. Mi proceso de reparación se basó únicamente en el apoyo de mi familia, y no pude obtener respuesta a las preguntas que me planteaba. La pregunta del por qué, común a todas las víctimas, me ha atormentado toda la vida. Esta pregunta es esencial para reconstruir el mundo que la agresión hizo añicos.
Hubo dos acontecimientos que me llevaron a querer conocer a mi agresor: por una parte, di por casualidad con un artículo que mencionaba la comparecencia de mi agresor en un nuevo juicio por unos hechos similares; y, por otra parte, en mi documental Secretos de lucha hay una secuencia que muestra a mi padre hablando con uno de sus torturadores. Esto suscitó el interés del profesor Robert Cario quien, en 2008, me invitó a un coloquio sobre la justicia restaurativa.
De esa forma, cuando casualmente di con el rastro de mi agresor en el momento en el que este dispositivo se implantaba en Francia, no dudé ni un momento. Para mí, el hecho de que fuera de nuevo inculpado por hechos similares refrendaba un fracaso del sistema judicial. La justicia penal había cumplido con su cometido: fue encarcelado, pero el problema no estaba resuelto. Por tanto, este encuentro me parecía esencial para poder contemplar un después.