El papel del capellán es variado, consiste en acompañar espiritualmente a los reclusos, apaciguarlos, escucharlos, aconsejarlos, hacerles entrar en razón y darles esperanza. En ocasiones, también somos sus portavoces, pues su bienestar en la prisión depende de la relación que tengan con el personal penitenciario. Debemos ser neutrales, responsables y no quedarnos indiferentes ante su situación.
Nuestra acción es ante todo filántropa. Tratamos de ganarnos la confianza de las personas poco a poco y sin forzarlas. Es como pegar las piezas de un jarrón roto, debemos creer que se puede reparar. En cierto modo, los reclusos también están rotos, ya que les falta confianza en sí mismos y están muy aislados. Les ayudamos a reconstruir sus vidas y a volver a creer en ellos mismos. Si bien no tenemos una varita mágica, a veces conseguimos librarles de su sufrimiento. No obstante, debemos estar alerta. Nuestras palabras y nuestras acciones tienen mucha importancia, por lo que, si le prometemos algo a un recluso, tenemos que cumplir nuestra promesa. Esto es fundamental, porque nos enfrentamos a perfiles humanos muy diferentes. Por lo tanto, debemos adaptar nuestro discurso, aunque siempre con la verdad por delante.
En ocasiones me encuentro con reclusos llenos de odio o que se sienten perdidos, y otros cuya motivación es el terrorismo. Nuestro objetivo no solo es hacerles entrar en razón e iniciar su reconstrucción, sino también recordarles la importancia de practicar su religión con moderación y con respeto a los valores y a la ley. Además, adoptamos un enfoque especial con los llamados reclusos radicalizados y con los que a veces vuelven del campo de batalla [batalla^]. Restablecemos el diálogo con ellos poco a poco, mediante pequeños gestos, como llevándoles paquetes durante las fiestas religiosas.
Otras veces, nos encontramos con jóvenes que quieren volver a la religión de forma muy intensa. En estos casos, intentamos moderar y ajustar su práctica para evitar que se vuelva excesiva y ciega.
La peculiaridad de los capellanes musulmanes es que nuestro trabajo también es importante fuera de la prisión. Estamos en contacto permanente con la familia y con el resto de la comunidad musulmana para calmar su dolor, tranquilizarlos, escucharlos y acompañarlos.
Muchas veces los reclusos no tienen la oportunidad de ver o de comunicarse con sus familiares, así que las familias vienen a vernos. Además, intentamos restablecer el contacto con la administración en lo que se refiere a sus trámites. Se podría decir que estamos más solicitados fuera que dentro de prisión. La comunidad y las mezquitas mantienen al capellán musulmán. Otra de nuestras funciones es realizar el seguimiento de algunas personas tras su puesta en libertad. No pasa siempre, pero para algunas personas puede ser importante, especialmente para quienes se encuentran en situaciones de vulnerabilidad. Trabajamos conjuntamente con los servicios penitenciarios de reinserción y de libertad condicional (SPIP),y con los equipos de apoyo.