Francia: redescubrir su propia imagen

Siempre me ha interesado el mundo de la agricultura y las personas a las que no se les presta suficiente atención, así que cuando escuché hablar de la granja de Moyembrie, quise visitarla. El fundador de ese lugar, Jacques Pluvinage, trabajaba con personas privadas de libertad y tras darse cuenta de que la liberación provocaba en ellas más angustia que alegría, lanzó este proyecto. Su intención era facilitar la transición hacia la libertad gracias a la horticultura. Tras vender su casa en región parisina, Jacques compró un terreno de 25 hectáreas en Picardía. Al principio, el proyecto no tenía una estructura formal, pero cuando visité la granja en 2011, todo se había profesionalizado. Para ese entonces, la granja ya contaba con unos veinte residentes y un equipo de trabajadores sociales.

Cuando iba a la granja, pasaba todo el día con los residentes. Sentía que ellos querían hablarme de su vida; me hacían muchas confidencias. No siempre era fácil escuchar sus historias, ya que eran muy conmovedoras. Todos aceptaron que los fotografiara. Solo uno de ellos se negó, pero cambió de opinión unos días más tarde. Pude ver que le molestaba que no lo fotografiara.

Esta fotografía la tomé en un inmenso cobertizo en el que se encontraban los conejos y las cabras. El hombre, un poco reservado, se acercó a mí para enseñarme el conejo. Lo alzó un poco, lo sostuvo y lo miró con ternura. Esta foto muestra su gesto y su dulzura, pero también representa una metáfora del cautiverio. Esto me vino a la mente cuando el hombre sacó al conejo de su jaula. Esta foto evoca una cierta dualidad. Todos tenemos una parte oscura dentro. Algunos la dejamos salir, otros no. Pero esto no define a los individuos. Tenemos que ver también el lado bueno de las personas. La mayoría de los que conocí allí se encuentran aislados. Es un desierto afectivo, lleno de historias trágicas y de hombres que no se sienten amados. Mi proyecto tenía por objetivo devolverles su humanidad y su dignidad.