La prisión está situada en el centro de la ciudad de Conarky y data de la época colonial. Es una construcción en forma de T, constituida por tres pasillos: el pasillo central, el de los preventivos y el de los penados.

En el pasillo central, se encuentran unos calabozos estrechos destinados al aislamiento que llamamos “celdas negras” o “celda ataúd”.

Los oficiales militares implicados en este caso se alojaban en el segundo comedor de la prisión denominado “Alpha Condéya”, el nombre del actual presidente, que permaneció allí durante su detención en su época de opositor. Fui aislado como la mayoría de los jóvenes ejecutivos, oficiales superiores, soldados y agentes de inteligencia inculpados. Varios policías, militares boina roja [^beret], habían sido asignados al interior de la prisión y los guardias penitenciarios estaban a sus órdenes.

Debía ir cada dos días a la enfermería, escoltado por policías, para curar las heridas de mis manos. Para ir al baño, había que negociar todo el día. Durante meses, en el mismo sitio, comíamos y hacíamos nuestras necesidades en un cubo. Luego de ocho meses de investigaciones judiciales, un pequeño grupo de acusados fue liberado. El proceso fue bastante mediatizado. En las declaraciones, estaba escrito que yo había participado en el ataque a pesar de haber sido arrestado días antes. Gracias a los esfuerzos de nuestros abogados, organizaciones humanitarias internacionales y de algunas representaciones diplomáticas, nuestras condiciones mejoraron al cabo de seis meses de detención. Los policías y los militares dejaron su puesto a los guardias penitenciarios.

[^beret]:Son militares cercanos al poder.

Con ellos, podíamos negociar y obtener ciertas ventajas a cambio de sobornos. Podíamos leer, hacer deporte y teníamos derecho a una visita de cinco minutos una vez a la semana; posteriormente, dos luego tres días a la semana. Cuando pagábamos, los momentos con la familia podían sobrepasar los cinco minutos previstos. Podíamos incluso enviar a los guardias a hacer las compras por nosotros.

Con dinero, uno se puede convertir en un verdadero patrón de la prisión. La comunicación por teléfono, por ejemplo, estaba prohibida. Pero con dinero, los reclusos podían proveerse de teléfonos.

Cuando nos daban un pedazo de pan era como si nos dieran oro, ya que estábamos sometidos a una dieta muy pobre con arroz de muy baja calidad. Muchos de los reclusos calentaban la comida en su estufa o sobre carbón para mejorarla un poco. Una organización humanitaria internacional obtuvo, con las autoridades, un régimen alimentario más equilibrado para los presos políticos. Por ejemplo, en la mañana nos daban gachas de arroz con pan. Decidimos redistribuir la comida a los otros reclusos porque a pesar de nuestro aislamiento, nosotros podíamos recibir comida de nuestras familias.

A mi liberación, la población carcelaria rondaba los 6000 reclusos en una prisión con capacidad para 300 personas. Hubo muchos muertos, algunos salieron enfermos, otros discapacitados de por vida. La prisión es una escuela, encuentras todo tipo de personas. Mi encarcelación me permitió conocer personas con las que he podido crear muy buenas relaciones, así como otras que no deseo ver nunca más. La cárcel puede caerle a todo el mundo. He visto a la gente irse repetidas veces y volver tres meses después por los mismos errores. Podemos aprender muchas cosas y forjarnos una personalidad, ya sea buena o mala. No puedo decir que he perdido mi tiempo, la moraleja de la historia es que crecí. Mi paso por la prisión fue para intimidarme, mitigar mi compromiso político, pero yo lucho por mis convicciones y valores, y continúo mi combate por la consolidación de la democracia.