Aislar y confinar¶
Desde el siglo XIV hasta nuestros días, las epidemias se han gestionado de manera similar. Sin importar que existan nuevas técnicas, el aislamiento y el confinamiento parecen ser la panacea universal para controlar el riesgo de propagación. En prisión y, en menor medida, en los centros de tratamiento epidemiológico (sobre todo cuando no existe ninguna cura disponible), el primer objetivo no es sanar, sino confinar y aislar. Los lugares de privación de libertad han tenido que asumir además las funciones de los centros de salud, por lo que ahora no solo se ven obligados a gestionar los riesgos de seguridad, sino también los sanitarios.
El virus no se detiene frente a la prisión¶
Las prisiones son ecosistemas en los que los virus logran entrar. Y a pesar de que sabemos que estos no circulan solos, el aislamiento se aplicó únicamente a las personas privadas de libertad y a sus seres queridos y no a los guardias penitenciarios, que también forman parte de este ecosistema. Lo absurdo de esta crisis fue que su situación se consideró desde el punto de vista laboral y no sanitario.
Las autoridades a prueba¶
Las epidemias confrontan a las autoridades a sus responsabilidades. ¿Cuál es su capacidad para gestionar la vida y mantenerla como un “buen pastor”, según la expresión de Michel Focault? La opinión de la población sobre la gestión de la epidemia por parte de las autoridades puede poner en cuestión su legitimidad. En prisión, esto se traduce en los procedimientos que consisten en identificar, enumerar y calificar la epidemia, en otras palabras, producir cifras; aunque esto signifique olvidar el aspecto humano.
Y qué sucederá después¶
En cada epidemia, se suele pensar que todo cambiará y que nada será igual. Durante el periodo del sida, escuchamos el mismo discurso: “queríamos aprender de ello”. Mientras con el sida la aparición del paciente experto cambió de manera drástica la forma de abordar la salud pública, los efectos de la pandemia de la COVID-19 aún son inciertos.
En prisión, [la interrupción de la normalidad], que provocó la pandemia de COVID-19, dio paso a ciertas innovaciones y mejoras. Fue, por ejemplo, la ocasión de encontrar una respuesta adecuada para cada establecimiento; reducir la sobrepoblación gracias a las liberaciones anticipadas, y dar la oportunidad a las personas implicadas de mostrar su capacidad para ser inventivas, actuar y ser responsables.
Pero, ¿serán sostenibles estas innovaciones? Teniendo en cuenta que el índice de sobrepoblación volvió a los niveles anteriores a la epidemia, podríamos preguntarnos, ¿qué sucederá con la capacidad de reacción de la que tanto se presumió? Este es uno de los elementos que plantea varios interrogantes y que no ofrece ninguna respuesta.
No tiene lógica pensar que, en Francia, la epidemia se gestionó de mejor manera en las prisiones. Y si es así, ¿qué significa esto? ¿Esta gestión exitosa no se debe simplemente a su facilidad para imponer y cumplir medidas de aislamiento? ¿Esto no indica que es más sencillo priorizar la vida biológica que la vida social?
Es importante que pensemos en ello. Por esta razón, la misión de Prison Insider de recopilar información ha sido crucial. Al parecer, la excepción del momento será lo común en la vida con COVID-19. El regreso a la normalidad en el sistema penitenciario anuncia un resurgimiento de la infección entre la población carcelaria. Para algunos, todo será lo mismo, pero peor; para otros, lo que está por venir será mejor que antes. Tenemos que ser precavidos y no ilusionarnos: los cambios casi nunca son eternos.