Desde mi celda, no existe el horizonte; los inmensos muros de la cárcel a penas me permiten ver la cima de un árbol y un trozo de cielo. Mi vista se reduce a los lugares de la prisión a los que tengo acceso. Las únicas veces que puedo ver el exterior es durante mis traslados, al hospital, por ejemplo. En ese momento, puedo vislumbrar un poco de vida y de libertad. Una ida y vuelta a la prisión.
Tengo en mi mente algunas perspectivas para el futuro: cambiar de estilo de vida gracias a los estudios y a un proyecto que espero realizar, ese es mi objetivo principal. La lectura también me permite evadirme temporalmente de este lugar y agotar este tiempo suspendido.
En los momentos de soledad, me hago muchas preguntas sobre mi futuro y el de mi familia, ya que paso 14 horas diarias encerrado en mi celda. Me pregunto si mis padres aún estarán vivos cuando salga de aquí; este es uno de los peores miedos que me persigue. Nunca me perdonaré perder a otro de mis seres queridos durante mi encarcelamiento. No estar con ellos en los momentos difíciles me destroza el corazón. Es horrible perder a un ser querido mientras estás en prisión. No puedes asistir a sus obsequias, no puedes compartir el dolor con tus allegados, no puedes abrazarlos. Es demasiado triste tener que superar la pérdida solo, te sientes culpable e impotente.
Me siento tan impotente… Pienso muchísimo en mi familia, mis padres, mi hermana, mi sobrino y algunos amigos, y ruego para que no les ocurra nada malo y que todos estén bien.
Todo esto me consume al punto de querer encontrar una salida y cambiar mi antiguo estilo de vida. Los estudios son la clave para salir de aquí y pensar en un futuro mejor, pero el tiempo está en mi contra: ¿Qué quedará de mi pasado? ¿Qué me reserva la vida mientras yo estoy aquí? ¿Mis perspectivas para el futuro son irrealizables? Rezo para que el tiempo juegue en mi favor y que todos mis esfuerzos por una vida mejor den sus frutos. Quisiera poder detener el tiempo al exterior para que todo siga igual el día de mi salida.
Pero sin ningún horizonte, mis más profundos deseos se hunden en la arena; trataré de ser fuerte y mantener mi rumbo para que mis sueños más sinceros se cumplan.
En prisión, a parte de la biblioteca, la sala de deporte y algunos rostros amables, no hay nada que ver; solo la tristeza, el desespero, la miseria de ciertas personas, y algunas tragedias. Por eso, es mejor evitar la mirada de los que están llenos de odio, y evitar ver lo que sucede en la vida de los demás. En mi caso, prefiero ponerme anteojeras para protegerme y enfocarme en mis objetivos. Esa es mi visión de la prisión.