Condenas a muerte¶
A finales de 2018, las autoridades publicaron por primera vez datos oficiales relativos a la pena de muerte. Para ese año, se enumeraron un total de 190 penas capitales, muy por encima de las estimaciones de la sociedad civil. Si bien no se especificó el número de condenas a muerte para los dos años siguientes, Amnistía Internacional denunció que, en 2020, se registraron al menos 22.
Se prohíbe dictar la pena capital por delitos cometidos por menores de 18 años.
La pena de muerte es obligatoria para nueve delitos, entre ellos, el homicidio y los actos de terrorismo. Malasia es uno de los pocos países donde los jueces no siempre disponen de potestad discrecional en los casos de pena de muerte. Desde julio de 2019, pueden dictar una pena de prisión de al menos 10 años como alternativa a la pena capital por determinados delitos relacionados con el narcotráfico. Las condiciones de esta alternativa se consideran extremadamente restrictivas y, en la mayoría de los casos, conducen a una pena de muerte.
En 2019, las autoridades crearon un Comité Especial encargado de estudiar las alternativas a la pena de muerte obligatoria. Este comité está compuesto, entre otros, por un exjuez, un exmiembro de la oficina del fiscal general, un exfuncionario penitenciario, un criminólogo, académicos, representantes del Colegio de Abogados, la SUHAKAM (la Comisión Nacional de Derechos Humanos de Malasia) y diversas organizaciones de la sociedad civil. Sus conclusiones, presentadas en febrero de 2020, sugerían penas alternativas para 11 delitos de drogas y 21 otros delitos. El informe no se hizo público.
Ejecuciones¶
Las ejecuciones se mantienen en secreto. A los reclusos ejecutados en 2016 se les informó el día anterior a su ejecución.
Se prohíbe condenar a muerte a las mujeres embarazadas: la ley prevé la conmutación de la pena capital por la de cadena perpetua, una vez comprobado el embarazo. Entre 2010 y 2018, veinte personas fueron ejecutadas en la horca. Desde 2018, se declaró una moratoria oficial sobre las ejecuciones.
Personas condenadas a muerte a la espera de su ejecución¶
El número de personas condenadas a muerte encarceladas en el país se ha casi duplicado en nueve años: 696 personas en 2011 y más de 1314 en 2020. Este aumento se explica, en particular, por el endurecimiento de las políticas de lucha contra las drogas. Alrededor del 70 % de las personas en espera de su ejecución en 2019 fueron condenadas por tráfico de drogas, y el 27 % por homicidio.
Los periodos de reclusión de las personas condenadas a la pena de muerte suelen extenderse, en particular, debido a los retrasos en los procedimientos judiciales. En 2019, Amnistía Internacional denunció que alrededor del 36 % ha permanecido en prisión entre seis y diez años, casi el 4 % entre 11 y 15 años, y el 1 % durante más de 15 años. Un recluso ha permanecido 27 años en prisión a la espera de su ejecución.
Las mujeres representan el 11 % de los condenados a muerte. Este porcentaje es muy alto en comparación con otros países, como Sri Lanka (6.5 %), Indonesia (2.2 %) o Estados Unidos (2 %). Casi el 95 % de las mujeres condenadas a muerte lo son por delitos relacionados con las drogas.
Las personas extranjeras representan el 43 % de los condenados a muerte. La proporción de mujeres extranjeras es mayor que la de hombres: el 86 % de las mujeres y el 39 % de los hombres son de nacionalidad extranjera.
Indultos y conmutaciones¶
El rey a nivel federal y los gobernadores o sultanes a nivel estatal tienen la potestad para conceder indultos, con la opinión de la Junta de Indultos (Pardon Board). Entre 2007 y 2017, 165 personas condenadas a muerte obtuvieron el indulto; entre el 55 % y el 63 % de las personas cuya condena a muerte era definitiva obtuvieron el indulto de 1991 a 2006, un porcentaje relativamente alto. Las razones aducidas para su aprobación fueron la buena conducta, la piedad religiosa y la expresión de remordimiento durante la estancia en prisión. Al 30 de junio de 2020, casi 839 condenados esperaban la respuesta a su solicitud de indulto.
El procedimiento de indulto es opaco y desconocido; los familiares señalan que no se les comunica acerca de esta posibilidad, y las personas condenadas a muerte declaran que no reciben información sobre el progreso de su solicitud. Estos reclusos a veces pasan diez años en prisión antes de obtener una respuesta.
Los familiares y abogados afirman que las personas condenadas son reacias a presentar una petición por temor a que esta acelere la ejecución, empeore su salud mental o se interprete como una admisión implícita de su culpabilidad. Algunos señalan que los guardias les insisten para que preparen la solicitud.