Una noche, me quedé sin papel y tuve que ir a comprar un cuaderno al economato. Al llegar, encontré al vendedor en ropa interior, embadurnándose de una loción, y le pregunté:
“¿Es vaselina?”
A muchos les gusta ponerse vaselina para hidratar su piel desecada por la suciedad del ambiente. Me respondió:
“No, la vaselina es muy costosa para mí, es aceite de mostaza silvestre”.
Me pareció increíble que no pudiera pagarse la vaselina, puesto que detrás de él, había varios botes en los estantes. Pero es cruelmente lógico, para que no se puedan traficar los productos, los “naike” controlan estrictamente los stocks y los precios; el dinero que les entrega el vendedor tiene que corresponder exactamente a los productos vendidos, y, de las ganancias, ellos le pagan un salario miserable cada tres meses: entre 50 y 100 rupias diarias. El resto es para los prebostes y el “jailor”, que otorga concesiones. Es así como este pobre hombre, que vende botes de vaselina todo el día, no puede pagarse uno.
Hay muchos trabajos de este tipo que pagan una miseria: cocineros, lavanderos, carniceros, albañiles, artesanos, etc. También están los que pasan todo el día, y a menudo, la noche, enhebrando perlas de plástico en un hilo de nylon con la ayuda de una linterna frontal, que usan durante los cortes de electricidad.
Algunos confeccionan aderezos para venderlos al exterior, y otros fabrican fundas para los encendedores. Todos ellos son empleados por un “guardia-recluso” que les suministra los materiales, recupera los productos terminados y les paga un salario miserable cuando tiene tiempo.
Además, contrariamente a lo que yo creía, el costo de vida en la cárcel no es más bajo que en el exterior, es más alto. Salvo algunas excepciones, todo cuesta más aquí adentro, lo que me parece un escándalo teniendo en cuenta los pocos trabajos que existen y, sobre todo, los salarios ridículos que pagan.
Una persona que no cuenta con el apoyo financiero de sus familiares, es fríamente oprimida por los precios de los productos y su poder de adquisición es completamente nulo. Por desgracia, la explotación del hombre por el hombre no se detiene a la entrada de la prisión, es ahí donde vuelve a comenzar.