“Nueve círculos del infierno”

Tras la invasión rusa de Ucrania, que comenzó en febrero de 2022, once centros penitenciarios ubicados en las zonas no controladas por el Gobierno quedaron sin evacuar. El personal y 3103 reclusos se dejaron bajo el control de las fuerzas rusas sin ninguna orientación clara por parte de las autoridades ucranianas. En virtud del derecho internacional humanitario, la Federación Rusa pasó a ser responsable del trato de los reclusos y de las condiciones de vida en esos once establecimientos. Sin embargo, se han observado frecuentes interrupciones en el suministro de agua, electricidad y calefacción, problemas con las cadenas de suministro de alimentos, medicinas y otros artículos de primera necesidad, y dificultades para acceder a las duchas debido a la insalubridad de las instalaciones.

La sobrepoblación de las prisiones es otro problema evidente. Por ejemplo, la colonia penitenciaria N.º 7 de Hola Prystan alberga a unos 500 reclusos en un módulo con capacidad para 100 personas. Por otra parte, no se ha establecido ningún plan para garantizar la continuidad de los servicios y las prisiones funcionan gracias a la ayuda de voluntarios y asociaciones locales, que piden a otras entidades estatales que compartan sus stocks (como por ejemplo las medicinas de los hospitales) o incluso que aportan sus propios recursos. Además, muchos miembros del personal, casi el 80 % en algunos centros, han renunciado por razones de seguridad o porque no deseaban colaborar con las fuerzas rusas. Para sustituirlos, se ha reclutado a nuevas personas que llevan uniformes militares sin ninguna identificación.

Algunas prisiones se usan como depósitos de municiones y garajes para vehículos armados. Se ha informado que, en varios casos, se han colocado lanzamisiles en las inmediaciones, lo que ha convertido a algunos centros de reclusión en un blanco. Los bombardeos han causado daños en las infraestructuras, así como lesiones y muertes entre el personal y los reclusos. Los sonidos de la artillería son tan frecuentes en algunas prisiones que los reclusos se angustian cuando se detienen.

Muchos reclusos se han trasladado, sin consentimiento o sin siquiera conocer su paradero, a prisiones rusas o a otras ubicadas en las zonas no controladas por el Gobierno ucraniano. Estos traslados constituyen desaparición forzada y violan el derecho internacional.

Se ha denunciado que los militares rusos y los antiguos miembros del personal penitenciario ucraniano que colaboran con las fuerzas de ocupación han cometido numerosas violaciones a los derechos humanos y al derecho internacional: homicidios voluntarios, tortura, trabajo forzoso, imposición de la ciudadanía rusa y participación forzada en referendos ilegales sobre la anexión rusa de las zonas ucranianas no controladas por el Gobierno.

El trabajo forzoso se ha instaurado para apoyar los esfuerzos militares rusos. Los reclusos se han visto obligados a cavar trincheras, construir fortificaciones, apilar sacos de arena, hacer reparaciones técnicas y trabajar en fábricas industriales de alambre de púas o de fresado de madera. Los militares rusos y la compañía militar privada Wagner han intentado coaccionar a los reclusos para que se unan a sus filas. Los que se han negado, han sido objeto de castigos; otros se han alistado para poner fin a las incesantes golpizas y con la intención de rendirse a las fuerzas ucranianas.

Se han documentado casos en los que los militares rusos y otros funcionarios utilizan la tortura física y psicológica para intimidar a los reclusos, obtener información y confesiones, o para castigar el discurso proucraniano. La tortura incluye patadas, golpes, bofetadas, palizas con porras, descargas eléctricas o amenazas de ejecución. A veces se obliga a los reclusos a permanecer en ciertas posiciones y se les tapa la cabeza con una capucha.

Los autores de estos actos a menudo ocultan sus placas para evitar que se les identifique. En ocasiones, los militares golpean a los reclusos solo porque les molesta su manera de hablar, no les satisface su respuesta o se han quejado de sus condiciones de vida. Algunos sufren tortura o malos tratos de manera colectiva o aleatoria. Los reclusos con tatuajes, que indican su pertenencia a una pandilla, han sido uno de los blancos principales. Lo que pretenden con esto es romper la jerarquía social y los sistemas de liderazgo que se oponen por principio a la administración penitenciaria. Del mismo modo, los líderes informales de la prisión se han designado para forzar a los demás a ceder ante las fuerzas rusas. Los soldados rusos también han asesinado a reclusos con el falso pretexto de contener los motines, pero en realidad estos homicidios se llevaron a cabo con el fin de sembrar el terror y obtener la sumisión de los reclusos.