En Francia, los reclusos están autorizados a tener una radio en la celda desde 1975. El concepto del programa “Teléfono del domingo” viene de Estados Unidos. En los años 80, la radio de las minorías de Houston, la KPFT, proponía una emisión para que los familiares de los reclusos enviaran sus mensajes. En diciembre de 1983, el joven lionés, Daniel Syno, importó este concepto a las ondas de Radio Fourvière — actualmente RCF Lyon—, que varias ciudades adoptaron más tarde.

En Orleans, la emisión difundida por RCF, y presentada por la asociación “L’Espoir”, celebró sus veinte años el año pasado. En este medio, la emisión es conocida por su dinamismo. “Al principio, cuando no era posible hacer llamadas a la prisión, la central recibía a veces hasta 70 llamadas” explica Chantal Nénert, locutora de la emisión. Pero, aunque el teléfono fijo hizo su entrada en prisión, seguíamos recibiendo entre 45 y 50 llamadas cada domingo. A este ritmo, una hora y media pasa muy rápido.
El niño que obtuvo buenas calificaciones en la escuela, el abuelo que lleva a su nieto a pescar, la cena de cumpleaños… cualquier ocasión es excusa para marcar ese número tan particular. Para Chantal, una llamada difundida durante la emisión es muy diferente a una llamada telefónica normal; la radio permite transmitir todo un universo sonoro: “Cuando se abren las ventanas se escucha el ruido de la calle, el camión de bomberos o el perro que ladra. A veces nos llaman, por ejemplo, desde un mercado de antigüedades, desde donde se escucha la vida, el viento…”, explica la presentadora.

De un domingo al otro, ciertas familias se convierten en público asiduo, como los padres de un chico encarcelado en Orleans, quienes llamaban desde Bretaña todas las semanas para acercarse un poco a su hijo. “El señor cocinaba a menudo” recuerda Chantal, “Esta pareja nos hablaba, semana tras semana, sobre el cultivo de las legumbres, los platos que preparaban, etc”.

Un año después, cuando su hijo salió de prisión vino a la radio para decirnos: “Gracias, sin el Teléfono del domingo, no habría podido resistir durante tres años”. Este tipo de visita no es inhabitual; es así como la presentadora sabe que tiene oyentes. Incluso, algunos llaman simplemente para saludar; “la antena ha creado una cierta convivencia”, afirma Chantal. Pero su papel, así como el de los voluntarios que trabajan con ella, también puede ser educativo: “Cuando un joven comienza sus frases por ‘cuando vaya a prisión’, hay que explicarle que existen mejores posibilidades”.

Hoy en día, está prohibido tener un teléfono móvil en prisión. Sin embargo, la mayoría de reclusos tiene uno. Si actualmente existe una decena de emisiones similares al Teléfono del domingo es porque estas permiten algo más que una simple comunicación, se trata también de un espacio para dar testimonio sobre el universo carcelario.

Educación, información y, sobre todo, denunciación, es la misión que se ha fijado l’Envolée, programa que transmite Fréquence Paris Plurielle, y que fue creado en 2001 por el escritor Abdel Hafed Benotman, encarcelado varias veces por robo y asalto con violencia.“L’Envolée” hace referencia a un tal Georges Coustel, un hombre que ayudó a sus amigos a escapar de la prisión en helicóptero. Esto anuncia el tono de la emisión; los locutores hablan sin tabú, la mayoría de ellos han estado en prisión y “los oyentes lo saben”, afirma Sylvie, quien ingresó a la radio desde hace más de dos años. La radio en prisión, ella la ha experimentado en carne propia, sobre todo a través de “Radio Papillon”. Una allegada “me llamaba durante la emisión y me hablaba a mí. Era agradable”, nos cuenta Sylvie.

En prisión, Sylvie conoció a Sylvia, quien también participa en “l’Envolée” todos los viernes, de las 19:00 a las 20:30. Los presentadores del programa siempre encuentran un momento para leer las cartas que reciben: “Es alentador saber que puedes escribir y que tus cartas se leerán en la radio”, afirma Sylvia. Las palabras y las frases son duras, a veces desconcertantes: “Un entorno peligroso, peor que el de la cárcel, hace mi vida invivible”, “Hay una tensión constante con los guardias, provocaciones verbales y físicas. Algunos interrumpen la comunicación con falsos pretextos solo para impedir que hagamos llamadas”, “Nos sentimos como si les perteneciéramos”, “Aquí hay que olvidar cualquier idea de esperanza, de justicia, de igualdad”.

Estas son algunas de las cartas publicadas en el periódico de l’Envolée, que se imprime varias veces al año. De este modo, para Sylvie y Sylvia, la emisión sirve ante todo para dar testimonio, para denunciar el sistema carcelario. “Es una manera de protegerse”, asegura Sylvie, “es una manera de dejar una huella, de contar las experiencias vividas”.

Algunos familiares, que a veces se desplazan hasta la estación de radio, están de acuerdo con esta afirmación. Leïla, por ejemplo, fue para hablar de la situación de su esposo. Ella asegura que su esposo es objeto de acoso por parte del personal penitenciario y cuenta que una vez le rompieron la espalda al tirarlo contra el suelo. “¿Dónde está la humanidad en todo esto?”, pregunta Sylvie a los oyentes. Para Leïla, expresarse en la radio es una manera de proteger a su marido y de hablar en nombre de todos los demás. A menudo, los presentadores asisten a los procesos de las personas que les escriben, algunos, incluso, los visitan. “Todo esto termina por crear un vínculo” afirma Sylvia.

- L’envolée, emisión — 17 de julio 2017, en francés.¶

- L’envolée, emisión — 8 de julio 2016 (en francés)¶

Fuente

A veces, los vínculos entre la radio y los reclusos son directos, a veces, la radio también logra entrar en prisión. Como lo hizo la documentarista Katia Kovacic, que trabajó durante cuatro años en la prisión de Baumettes y en el establecimiento de menores (EPM) de Marsella.

Su idea era instaurar este trabajo radiofónico en el horario escolar y trabajar con los profesores para realizar creaciones sonoras con los grupos de jóvenes. Los temas se elegían de común acuerdo: el sonido, la adultez, el tiempo. El tiempo, los jóvenes del EPM lo esparcen, lo extienden, lo cuentan y lo descifran a su manera. Una historia personal y conmovedora.

- “El tiempo de la historia de Katia Kovacic” — en francés¶

Fuente

“Los jóvenes se apropiaron fácilmente de este medio de comunicación” afirma Katia Kovacic. El hecho de que no hubiera imágenes, les inspiraba confianza, los hacía sentirse cómodos.

No siempre fue fácil, pero todos cooperaron, reflexionaron, se expresaron; “Al escuchar las creaciones, parecía que se sentían orgullosos”, agrega la periodista.

Además, este trabajo les dio la posibilidad de hablar del programa escolar y de sus propias experiencias y sentimientos. Algunos trabajaron sobre Antigone, un texto sobre la adultez que estudiaron en clase.

Este trabajo radiofónico también fue la oportunidad para introducir sonidos al interior del establecimiento penitenciario, a través de las sesiones de escucha de documentales sonoros y de los trabajos de otros jóvenes.

- “palabras y sonido” (en francés)¶

Fuente

Katia concluye: “Esta ida y vuelta del sonido era exactamente lo que buscábamos”. Gracias a la radio, las palabras de estos jóvenes reclusos salieron de prisión, mientras otros sonidos e historias lograron entrar.