CF. Los centros penitenciarios del país se encuentran en un estado deplorable e insalubre. Por ejemplo, de la parte de la prisión de Diourbel, que era un establo en la época colonial, emana un olor pestilencial debido a la sobrepoblación, las cucarachas y la falta de ventilación, sobre todo en los sanitarios. En la temporada seca, de marzo a junio, el calor es insoportable, lo que genera tensiones y hace que las peleas entre reclusos sean frecuentes, incluso por los motivos más banales. Además, los colchones, en los que se hacinan entre 40 y 50 personas, están llenos de agujeros. Para paliar estas condiciones, los familiares se encargan de llevar a sus seres queridos el material de higiene necesario.
En las enfermerías de las prisiones solo se distribuye paracetamol y únicamente los casos más graves, como pacientes con tuberculosis, se trasladan al hospital del distrito más cercano. Las únicas necesidades de los reclusos que parecen satisfacerse son las espirituales; algunos imanes trabajan como capellanes en las prisiones y los voluntarios de las dahiras islámicas del país ofrecen clases de religión de manera regular.
En Senegal, las condiciones de vida de las personas LGBTI en prisión son particularmente difíciles, ya que, a diferencia de los demás reclusos, ellas no cuentan con el apoyo de sus familias. Además, el aislamiento en el que viven las encierra a menudo en pensamientos suicidas. En general, la gente las percibe como personas débiles y son más vulnerables a las agresiones sexuales.
El temor a las represalias por parte de los “jefes de la prisión” no incita a las personas LGBTI a hablar. Cuando se revela la identidad de una persona condenada por su supuesta homosexualidad, la última opción para proteger su vida es llevarla a un lugar más seguro y trasladarla a otra prisión.
El tema de la sexualidad de los reclusos sigue siendo un gran tabú en Senegal. La administración penitenciaria prefiere obviar el tema y se niega a distribuir preservativos, pese a las dramáticas consecuencias sanitarias que esto conlleva en materia de propagación de enfermedades de transmisión sexual (ETS). Las mujeres lesbianas tampoco reciben ningún trato especial por parte de las autoridades. Al igual que los hombres, sus condiciones de reclusión son muy difíciles debido al hacinamiento y a la falta de distribución de compresas o tampones.
El Estado senegalés muestra un total desinterés frente a todas estas carencias, ya que a las personas LGBTI en prisión se les considera el último mono de la nación.