AS. En prisión, no se brinda un tratamiento específico a las personas con problemas de adicción, incluso cuando presentan síntomas severos de abstinencia. La administración penitenciaria afirma haber puesto en marcha programas de rehabilitación en algunas prisiones. Sin embargo, los tratamientos que se dispensan no tienen un fundamento científico ni se basan en ninguna prueba, y se centran sobre todo en la interrupción del consumo. Además, se trata de programas ad hoc, que no forman parte de un plan o una estrategia nacional de tratamiento. En este país, se considera que las personas privadas de libertad con problemas de adicción no merecen recibir atención sanitaria, por lo que a menudo se les niega el tratamiento. Se han registrado casos en los que los médicos se burlan o abusan de estas personas.
En principio, la estancia en los centros de desintoxicación del Gobierno es de un año. Las personas van primero a Kandakadu (provincia del centro norte) y luego se les traslada a Senapura (provincia del centro norte). En estos dos establecimientos, gestionados por el Ejército, no hay personal sanitario, lo que dificulta el acceso a un tratamiento. Allí, el tratamiento consiste sobre todo en suspender el consumo de sustancias, pero cuando las personas presentan síntomas de abstinencia, incluso severos, se les niega la atención sanitaria. Los funcionarios de prisiones creen que las personas vencerán sus adicciones a través de la actividad física, por lo que las obligan a trabajar, aunque estén experimentando síntomas de abstinencia. Esto puede tener graves consecuencias para su salud.
En los centros de desintoxicación reina la violencia. Por ejemplo, en 2022, murieron dos personas en Kandarkadu. Este año, cuando un joven intentó suicidarse, se le envió a un hospital público por un mes. Y a pesar de que la estancia en el centro exacerbó sus problemas de salud mental, se le trajo de nuevo allí.