El verano pasado, las temperaturas alcanzaron los 48 °C fuera de prisión y a los 50 °C dentro de las celdas. Durante seis semanas, Sonia no pudo bañarse. Tampoco le permitían descubrirse, ni siquiera de noche. No podía usar un short, una camiseta o un top. Tenía que cubrirse de la cabeza a los pies, incluso mientras dormía. Si su camisón se levantaba y dejaba ver sus piernas, la despertaban para que se tapara. La acosaban todo el tiempo. Con el calor, los alimentos se echaban a perder, así que propusimos llevar refrigeradores a la prisión para que las mujeres pudieran conservar su comida. Sin embargo, la dirección nunca los aceptó, ni tampoco las hieleras que llevamos.
Durante el verano ocurrió algo muy grave. El juicio de apelación se había programado para el 20 de agosto. El día anterior, Sonia me dijo: “Si no estoy allí mañana es porque me han impedido presentarme. De ningún modo me negaría a asistir a mi juicio”. Al día siguiente, la dirección del establecimiento envió un fax al tribunal en el que afirmaba que Sonia se negaba a asistir a su audiencia.
Los abogados y abogadas que fueron a asistirla no pudieron verla. Durante seis horas, su defensa exigió un informe, alegando que era imposible que Sonia se negara a presentarse. La audiencia se aplazó para la semana siguiente. Finalmente, el equipo de la defensa logró reunirse con ella y Sonia les contó que fue víctima de agresiones y violencia sexual. Cuando llegó la hora de salir para la audiencia, la directora del establecimiento se presentó con una guardia y le ordenó quitarse sus zapatos y ponerse unas chanclas de plástico. Le pidieron que se pusiera un largo velo blanco, que se reserva para las mujeres acusadas de prostitución o condenadas por asuntos relativos a la moral. Mi hermana primero se negó, pero le dijeron que si no se lo ponía no podría ir al tribunal. Así que no le quedó más remedio que aceptar. Enseguida, la sometieron a un registro integral.
En Túnez, los registros integrales deben seguir un protocolo. En teoría, las mujeres conservan su ropa interior, y el registro se lleva a cabo detrás de un biombo, sin ningún contacto físico. Pero para ella, el personal quitó el biombo.
La obligaron a quitarse toda la ropa, ponerse a gatas y después a acostarse con las piernas abiertas. Las mujeres la manosearon, lo que mi hermana vivió como una violación. Con mi familia presentamos una denuncia. Tal deshumanización ha sido para nosotros un shock total.
El invierno en la prisión de Manouba es tan duro como el verano. Mi hermana y sus cuatro compañeras de celda pidieron que les repararan la ventana, pero la dirección del establecimiento se negó y propuso condenarla o dejarla abierta de manera permanente.
Para cinco mujeres que viven dentro de 20 m2, de las cuales cuatro son fumadoras, condenar la ventana era impensable, así que han tenido que soportar temperaturas cercanas a los cero grados con la venta abierta. Lo sabemos porque las sopas que le llevamos a Sonia se congelan en la celda.
Intentamos llevarle ropa de invierno, pero la dirección no nos lo permitió. No aceptan nada de guantes, gorros, capuchas, abrigos o chaquetas. Solo pudimos entregarle un cárdigan sin capucha, botones, cierres ni bolsillos. Yo le llevé algunas prendas térmicas para que usara debajo de la ropa, pero las rechazaron porque eran de doble capa. Tampoco autorizan los pantalones y las camisas por la misma razón. El cuello de una camisa o el bolsillo de un pantalón tienen forzosamente un revestimiento, por lo que están prohibidos.
Nos impedían entregarle cualquier cosa que pudiera calentarla. Una vez, le llevé una manta polar, pero no me dejaron dársela porque era “demasiado bonita”. Hasta lo bonito lo prohíben.
En estas condiciones, Sonia comenzó a sufrir de bronquitis crónica y, pese a ello, las restricciones persistían. Decidí entonces incoar un procedimiento judicial por tortura, y la dirección finalmente aceptó que le lleváramos un abrigo y unas medias. Compramos varios pares de medias para que se las pusiera en los pies y las manos, ya que se prohíbe usar guantes. La dirección del establecimiento nos complica demasiado la vida.