Aİ. Las prisiones de máxima seguridad tenían sobre todo una finalidad política, pues se construyeron para encarcelar a las personas condenadas en virtud de la ley antiterrorista, usada para penalizar a los opositores. Lo que pretendía el Estado con esta reforma, que formaba parte de un enfoque neoliberal importado de los Estados Unidos y Europa, era derribar el régimen de vida comunitario que habían establecido los prisioneros políticos.
Las organizaciones políticas introdujeron una rutina estricta y un régimen disciplinario con el propósito de crear “reclusos-soldados”, mientras que el Estado quería crear individuos utilitarios responsables de su propia conducta. Los que respetaban las reglas recibían beneficios y los que no, los perdían y se sometían a sanciones disciplinarias. También se puso en marcha un sistema de puntos para indicar el nivel de riesgo de cada recluso.
La administración penitenciaria no ve a los reclusos como individuos que se deben rehabilitar, sino como personas que eligen comportarse bien o no, con el fin de recibir beneficios.
Estas prisiones se crearon para controlar a los prisioneros políticos y desmantelar sus estructuras comunitarias. Sin embargo, ahora se han convertido en la norma y caracterizan el sistema penitenciario en su conjunto.
Otras reformas penitenciarias siguieron la misma lógica neoliberal. Por ejemplo, las penas no privativas de libertad se introdujeron en 2006, junto con las sentencias mínimas obligatorias y la cadena perpetua agravada. Este tipo de reformas se habían llevado a cabo en Estados Unidos al comienzo de la era neoliberal, a finales del siglo XX. En el año 2000, las prisiones turcas alojaban unas 58 000 personas. Hoy en día, hay más de 300 000. Esta cifra sumada a las 300 000 que se encuentra en libertad condicional, nos lleva a un total de 600 000 sometidas al sistema de justicia penal.
En 2006 y 2007, entrevisté a antiguos prisioneros políticos, así como a varios funcionarios del Ministerio de Justicia y de la administración penitenciaria, que me dieron autorización para entrar en los establecimientos. El clima político era otro en ese entonces, ya que Türkiye quería que se le reconociera como un modelo de país islámico democrático. Sin embargo, esto cambió a partir de 2010, con la dificultad para acceder a la información.
Hoy en día, la situación a este respecto es alarmante. Cuando se trata de acceder a ciertos documentos, las autoridades, que no suelen ser muy cooperativas, son las que tienen la última palabra sobre el uso de los datos. El acceso a la información para las organizaciones de derechos humanos se restringe cada vez más. En términos de calidad, existe más información sobre las prisiones otomanas que sobre las contemporáneas.