La medida de vigilancia electrónica, que puede pronunciarse en cualquier etapa del proceso penal, evita a ciertas personas pasar por la prisión, mientras a otras les permite salir antes de lo esperado. Marie-Nathalie d’Hoop, subdirectora general del Service Général Justice et Justiciable de l’Administration générale des Maisons de Justice (AGMJ) estima que el brazalete electrónico permite a las personas comenzar a resolver aquellos problemas que no se pueden resolver en prisión, sobre todo, administrativos, personales o relacionados con el acceso al trabajo. “La prisión es un tiempo muerto. Estás en un espacio cerrado y no tienes ninguna manera de ocuparte de los problemas que tienes afuera. En cambio, mientras llevas el brazalete puedes comenzar a resolverlos”.
Asimismo, esta medida no privativa de libertad evita a las personas separarse de sus seres queridos, que además no tienen que estar yendo y viniendo a la prisión. Esta medida les ahorra la carga financiera y emocional de las visitas, bastante difíciles, sobre todo, para los niños. Ryan* afirma: “En mi caso, llevar el brazalete electrónico fue una suerte, pero otros lo ven como una restricción. Para mí, todo fue positivo: poder comer donde quería, ver la luz del día, tener un pomo en la puerta o tener un teléfono. Lo único que me importaba era ir a trabajar, satisfacer las necesidades de mi familia, y, sobre todo, estar con ellos”.
El brazalete electrónico permite a las personas evitar la prisión, por lo que los familiares se encuentran frente a una encrucijada. ”Sea cual sea la información que se les dé, los familiares siempre aceptan que la medida se cumpla en su domicilio”, afirma Franck Ollivon docente investigador en geografía. Sin embargo, las dificultades son considerables: la instalación del dispositivo en casa, los horarios impuestos, las alarmas, los problemas de funcionamiento del dispositivo, etc.
Al no tener una solución alternativa, los familiares tienden a albergar un sentimiento de lealtad durante toda la medida, incluso cuando las cosas se complican. Sin embargo, esto genera situaciones tensas en el hogar. Marie-Natalie d’Hoop señala: ”En algunos casos, los familiares se sienten obligados a mantener a la persona en su casa porque no hay ninguna otra posibilidad”. No podemos hablar de elección cuando te dicen ‘es en tu casa o en prisión’, sobre todo, cuando conoces el estado de las instalaciones penitenciarias. Es una carga demasiado pesada para las familias.
Por otra parte, las personas que llevan el brazalete dependen mucho de los familiares que las albergan, por lo que cualquier tensión o conflicto puede hacerles perder el domicilio y tener que encontrar otro que se ajuste a los requisitos de la medida. Este es sobre todo el caso de los jóvenes adultos que se instalan en casa de sus padres, observa Franck Ollivon.
A la cuestión del domicilio viene a sumarse la cuestión financiera. Audrey Servais, que trabaja para la AGMJ, señala que, en Bélgica, los subsidios que se otorgan a las personas sujetas a la medida de vigilancia electrónica, que no tienen trabajo o que no pueden recibir el subsidio por desempleo, no se han aumentado desde 2007. “El importe de estas prestaciones es muy bajo y con ese único ingreso las personas viven por debajo del umbral de la pobreza. Esta precariedad las hace depender por completo de sus familiares, quienes se ven obligados a cubrir sus necesidades. Una situación que, además de ser discriminatoria, impide la reconstrucción de unos vínculos sociales adecuados”.