JCP. La respuesta a los desastres naturales o causados por el hombre consta de varias fases: mitigación, preparación, intervención y recuperación. La mitigación es el trabajo que se hace dentro de una comunidad para tratar de reducir los riesgos de un desastre y sus posibles consecuencias. En ese caso, los reclusos se encargarán, por ejemplo, de acondicionar los edificios y reforzar los diques. La fase de la preparación se refiere a todo lo que se hace antes de que ocurra el desastre. Los huracanes, por ejemplo, son a menudo predecibles y es posible prepararse antes de que lleguen a la tierra. Los reclusos entonces harán sacos de arena, prepararán o limpiarán los refugios y clasificarán las provisiones. La intervención tiene lugar cuando ocurre la catástrofe. En esta fase, se recurre a los reclusos para apagar los incendios, limpiar y eliminar cadáveres de animales contaminados y despejar las carreteras para facilitar el acceso de los vehículos de emergencia. Por último, en la fase de recuperación ─que suele ser la más larga─ los reclusos participan en la reparación de la comunidad, por ejemplo, reconstruyendo instalaciones públicas como escuelas, o replantando vegetación.
Algunas políticas sobre desastres fomentan el trabajo penitenciario. La ley Stafford, por ejemplo, permite pagar la mano de obra de las personas privadas de libertad a través de la Agencia Federal para el Manejo de Emergencias (FEMA) y sus programas de asistencia pública.
Los organismos penitenciarios estatales que envían a trabajadores reclusos llevan un registro de todos los costes (número de horas trabajadas, transporte, control de seguridad). Luego, estos costes se envían a la FEMA, que reembolsa una parte considerable al estado. Cuando se produce una emergencia, varios organismos estatales se ponen de acuerdo sobre los recursos que cada uno de ellos puede aportar. Estos pueden ser vehículos, equipos de comunicación y guardias de prisiones que ayuden en las funciones de seguridad pública. Sin embargo, su principal recurso, su pan de cada día, son los trabajadores reclusos.
Además, es mucho más fácil que las prisiones estatales rindan cuentas sobre el trabajo de los reclusos en las catástrofes, ya que sus políticas son más visibles y sus planes más transparentes. En cambio, las prisiones privadas son como un agujero negro en el que se pierde la información: es muy difícil entender su funcionamiento o conocer sus políticas. Se suele decir que el contexto de las prisiones privadas es generalmente más duro porque cuentan con menos presupuesto, siempre están buscando reducir costes y tienen una importante rotación de personal debido a los bajos salarios. Es probable que las prácticas laborales dentro de las prisiones privadas sean más peligrosas en comparación con las prisiones estatales. A nivel de condado, también es difícil encontrar información. Por último, las prisiones federales comunican menos sobre lo que envían a hacer a sus trabajadores, pero eso se debe probablemente a que están menos implicadas en la respuesta a los desastres.
En California, muy propensa a los incendios forestales, los reclusos representan entre el 30 y el 40 % del cuerpo de bomberos forestales. En la práctica, el trabajo penitenciario está presente durante todo el ciclo de vida de una catástrofe. Sin embargo, la documentación es escasa, lo que dificulta comprender su alcance. A menudo, los estados afirman que los reclusos se ofrecen de voluntarios para este tipo de trabajo, lo que a veces es cierto. Por ejemplo, los reclusos suelen ser bomberos voluntarios porque las condiciones de vida en los campos de conservación son mucho menos duras que en las prisiones ordinarias. Si bien siguen existiendo varias restricciones en materia de seguridad, las personas alojadas en estos centros están en la naturaleza y se sienten más libres. Además, prefieren que sus familiares vengan a verlas a los campos de conservación en lugar de a una prisión. Otra de las ventajas es que el salario es mejor, aunque ni de lejos se acerca a lo que ganaría un civil por el mismo trabajo. No obstante, algunos estudios sobre los bomberos reclusos han demostrado que los efectos sobre su salud son desproporcionados en comparación con los bomberos civiles. Los reclusos tienen problemas de salud y lesiones más graves porque no tienen el mismo acceso a la atención sanitaria. En cuanto al consentimiento, no hay que olvidar que los reclusos se encuentran en un entorno coercitivo que les empuja a ofrecerse como voluntarios y asumir los riesgos. Los bomberos civiles no tienen las mismas limitaciones.