Timothy le contó parte de su historia a los periodistas, su relato permite captar el funcionamiento del mecanismo: “Un policía me miró y me dijo: ‘¡vale, te vamos a sacar de aquí!’ Les dije que no iba a ir con ellos a ningún lado porque no había motivo para ello. Allí me esposaron con las manos en la espalda y me subieron a la parte trasera de un camión de la Policía”. Esos camiones pululan en Rabat: carrocería blanca, inscripciones en rojo y verde, los colores de Marruecos, y las palabras “Seguridad Nacional” en las puertas.
Timothy fue arrestado en la calle, otras personas son detenidas en el campo o en sus casas durante los arrestos masivos. “En ciertos barrios obreros de las principales ciudades marroquíes, se llevan a cabo arrestos en masa, ya que son áreas identificadas como de alta concentración de personas que, se presume, pertenecen al grupo objetivo. (…) La Policía se beneficia de estar anclada en el barrio y obtener información que le permite ir directamente a las casas que acogen a extranjeros o “africanos” que probablemente son residentes ilegales. En áreas donde el extranjero suele identificarse rápidamente, el margen de error policiaco se reduce”, dice Nadia Khrouz, miembro del Consejo Nacional de Derechos Humanos (CNDH) en su libro El extranjero en Marruecos.
“Es claro que los arrestos se hacen bajo la suposición de que una persona extranjera negra es, probablemente, un residente ilegal. Los controles de documentos no siempre se realizan en el sitio. Incluso algunas personas que trabajaban para organizaciones internacionales han sido detenidas”, precisa Yassine, miembro de una importante institución marroquí.
“La Policía siempre nos ha dicho que, en la calle, durante las redadas, no tienen los medios para verificar los documentos”.
Desde una enorme casa a la sombra de la vegetación, Philip S. dirige la oficina marroquí de una gran organización benéfica. No habla mucho: “Lo único que te puedo decir es que la gente está bajo presión. Algunos de nuestros colaboradores, incluso con permiso de residencia, han sido detenidos; se los han llevado a comisarías desde donde pudieron llamar para avisarnos“. En los informes, la Policía alega “flagrancia”. Philip S. añade: “Siempre nos han dicho que, en la calle, durante las redadas, no tienen los medios para verificar los documentos. Así que lo hacen una vez que los han apresado, en la comisaría, y la gente que está en regla es liberada“.
En 2014, por iniciativa del Rey Mohammed VI, se produjo una oleada de regularizaciones. Había 27 000 personas que residían ilegalmente y que solicitaron un permiso de residencia válido por un año; 16 000 personas lo consiguieron. Según Philip S., actualmente, Marruecos es un país en el que cada uno tiene que hacerse su sitio. En su opinión, quienes desean establecerse son bienvenidos, pero quienes planean llegar a Europa son objeto de represión y reclusión. “Marruecos no es solo un país de paso, sino que es cada vez más un país de destino. Obviamente, la mayoría de las personas que llegan tiene en mente llegar, algún día, a Europa; la migración sigue siendo dinámica. Hoy en día, tenemos algunas llegadas más porque la ruta central a Italia está casi cerrada y eso influye en las políticas públicas, pero las cifras no son dramáticas”, precisa. A mediados de 2019, había 98 600 migrantes en Marruecos, el 0.3 % de su población.
Viaje en autobús¶
Investigar la migración en el noreste de Marruecos no está exento de riesgos: en 2015, una observadora europea de Amnistía Internacional fue escoltada a las pistas de un aeropuerto con vistas a su deportación. “Por la mañana, tuvimos una reunión con el Consejo Nacional de Derechos Humanos (CNDH), todo salió bien. Por la noche, ella partió hacia Oujda para completar su trabajo. Allí fue detenida”, cuenta Salah Abdellaoui, director de la ONG en Marruecos. Las prácticas de la Policía del país incluyen el retorno y desplazamiento forzado de migrantes hacia el sur o hacia la frontera argelina, en particular desde Nador y sus alrededores hasta Oujda, una ciudad situada a 20 km de Argelia.
Los migrantes arrestados se trasladan a la fuerza a un pueblo un poco más al sur. Si te detienen en Tánger, podrían llevarte a Rabat. Si te detienen en Rabat, podrías ir a parar a Tiznit, Beni Mellal, incluso a Marrakech o cerca del Sáhara Occidental. Desde París, Elsa Tyszler, investigadora del CRESPPA y miembro de la red Migreurop, no duda en definir estos desplazamientos forzados como otra forma de privación de libertad: “Podemos decir que es una forma de reclusión, ya que a veces las personas se llevan muy lejos y pasan varias horas casi sin comer o sin poder ir al baño”.
Si los arrestos se realizan con furgonetas de Seguridad Nacional, los desplazamientos se dan en otros vehículos. “Son autobuses normales, solo tienen un logo. No sé a quién pertenecen”, dice Timothy. Son los autobuses de la CTM, la Cooperativa de Transportes de Marruecos. En su sitio web, la empresa anuncia sus servicios de viajes grupales para escuelas y empresas, o para eventos. “Se paga a empresas privadas, bajo la dirección de la Policía, las autoridades y las fuerzas auxiliares. No son autobuses de la Gendarmería, son vehículos que pasan desapercibidos, son más discretos y no dejan rastro”, dice Salah Abdellaoui. Estos autobuses que habitualmente transportan a ciudadanos marroquíes son habilitados para el desplazamiento forzado de migrantes. “La concentración de migrantes en ciertas ciudades es demasiado densa, entonces estamos haciendo retornos internos hacia el sur. Esto ya era así antes del Pacto de Marrakech . Desde entonces, se han producido más deportaciones al país de origen con la colaboración de las embajadas”, explica Philip S. El objetivo es mostrarles la puerta de salida y mantenerlos alejados de los puntos de cruce. Algunos hablan de deportación.