KC. Todas las personas que cometen un delito pertenecen a una comunidad. El problema es que cuando esto ocurre, la comunidad deja de considerarlas como una de las suyas, en lugar de asumir su parte de responsabilidad por los factores que la llevaron a cometer el delito. Encarcelar a una persona significa excluirla de su comunidad y sacarla de su vista, por lo que la comunidad deja entonces de sentir la necesidad de velar por ella. La prisión es una forma de evadir el problema y está lejos de ser una solución.
No estoy diciendo que los autores de delitos no sean responsables de sus actos. Lo que pienso es que las comunidades crean contextos que hacen que las personas desesperen y tomen malas decisiones. Por ejemplo, cuando un país como los Países Bajos decide cortar el presupuesto para la salud mental, lo hace como nación, como comunidad y como sociedad. El resultado fue que las personas con problemas mentales comenzaron a automedicarse y terminaron en prisión por tomar malas decisiones.
Hoy en día, como sociedad, solo leemos sobre la delincuencia en la prensa. Pero deberíamos más bien cuestionarnos acerca de nuestra responsabilidad a la hora de crear contextos que conducen a estos actos. Creamos héroes y villanos, pero tenemos que asumirlos a ambos, no solo a los héroes.
Antes de comenzar a trabajar con Humanitas, trabajé en un albergue para personas indigentes. En los Países Bajos, la ley estipula que, si una persona comete varios delitos menores, en el espacio de uno o dos años, es posible condenarla a una larga pena de prisión. Muchos trabajadores sociales y asistentes que ven personas que beben demasiado en la calle o que se han convertido en una molestia, constituyen un expediente para monitorearlas y ver si infringen las leyes con regularidad.
En colaboración con la Policía, consignan en el expediente todos estos delitos menores y esperan que en un año la persona haya cometido tantos delitos como para cumplir una pena de prisión de dos años o más. Esto refleja la manera en que evitamos el problema en lugar de atacarlo de raíz. ¿Qué hace la prisión para ayudarles a cambiar y dejar de ser una molestia para la sociedad? Nada. Por lo tanto, una vez que recuperan su libertad, vuelven a ser una molestia, y, de nuevo, la prisión se considera la solución. Es un ciclo interminable.
Cuando vemos la manera en que la sociedad de hace cien años trataba a las personas que cometían delitos, nos parece una barbarie. Pero, dentro de cien años, pensarán lo mismo de nosotros. En resumen, aún queda mucho por hacer.