Todas las personas condenadas a la pena capital se alojan en la prisión de Minsk, en la que se llevan a cabo las ejecuciones. Este centro penitenciario (Minsk Pretrial Detention Centre N°1) es el único que se encuentra bajo la autoridad de una Policía especial: el Comité para la Seguridad del Estado (KGB en inglés), conocido por aplicar una política más represiva.
Las personas condenadas a muerte se separan del resto de la población carcelaria y están sujetas a un régimen de seguridad máxima. Sus expedientes llevan las menciones “riesgo de fuga”, ‘ataques contra la administración” y “riesgo de suicidio”. Todas llevan un uniforme especial, en el que está escrito “medida excepcional de castigo”.
Las asociaciones de defensa de los derechos humanos afirman que, en las prisiones bielorrusas, las condiciones de vida de los condenados a muerte son inhumanas y degradantes. Dos personas comparten una celda, en la que hay un sanitario, un lavabo y un estante para guardar sus cartas, así como una mesa y un banco fijados al suelo. Las celdas miden cinco metros de altura y una luz blanca está encendida en permanencia; en las paredes hay unas pequeñas y opacas ventanas compuestas de tres capas (rejillas, rejas y persianas fijas). La escasa luz de las celdas apenas permite distinguir el día de la noche, y en las puertas hay una trampilla para distribuir las comidas.
El personal penitenciario visiona en permanencia las imágenes de las cámaras de seguridad instaladas en todas las celdas. Además, los guardias hacen un control cada quince minutos a través de una mirilla. Las personas condenadas a muerte deben dormir todo el tiempo con las manos sobre las mantas.
Se prohíbe a las personas condenadas a la pena capital salir al patio, participar en actividades, y tumbarse o sentarse entre las 6:00 a.m. y las 10:00 p.m. Por lo general, estas personas pasan todo el día caminando en sus celdas, y cuando desean un libro o un cigarrillo deben pedírselo al guardia, quien se lo puede entregar a través de la trampilla de la puerta. La radio permanece encendida todo el día.
Los reclusos solo pueden salir de su celda para ducharse, recibir visitas o durante los registros de las celdas. Cada vez que se desplazan, las personas deben mantener la cabeza baja, las manos esposadas en la espalda y por encima de la cabeza; una posición humillante. El desplazamiento de un condenado a muerte implica considerables medidas de seguridad. Hasta diez guardias, acompañados de perros, escoltan a la persona; se prohíbe cualquier otro desplazamiento en las instalaciones; las puertas que no utiliza el “convoy” permanecen cerradas, y el resto del personal debe mantenerse a distancia.
Las personas condenadas a la pena capital pueden recibir paquetes o dinero cada tres meses, y se les permite comprar productos básicos y alimentos, dentro de los límites establecidos por la administración.