Ariadne Amado. De manera general, la visión sexista de la reclusión tiende a desfavorecer a las mujeres. Este es el caso sobre todo en los módulos femeninos de los establecimientos de hombres, en los que las reclusas tienen, por ejemplo, menos acceso a las salas de visitas y a las unidades de vida familiar (Unités de vie familiale, UVF). La administración penitenciaria explica que el trato diferenciado se debe a que hay una gran mayoría de hombres. Puesto que son más, hay más salas de visita y más UVF para ellos.
Por el contrario, los hombres reclusos no pueden vivir con sus hijos en prisión. En Bélgica, por ejemplo, jamás ha habido un hombre recluido con su hijo. Esto nunca ha sucedido, a pesar de que la neutralidad de la ley establece que “los niños menores de tres años pueden permanecer con su progenitor recluso en un área específicamente destinada para ello”.
En Francia, es peor, ya que esto es imposible tanto a nivel legal como estructural. El Código Penitenciario establece explícitamente que “los niños pueden permanecer con su madre en prisión hasta los dieciocho meses”. Aquí se usa el término “madre” y no “progenitor”.
El sistema francés ha implementado unas unidades específicas para las reclusas y sus hijos, así como celdas para madres e hijos adaptadas.. Estas celdas no existen en los pabellones de hombres. Por lo tanto, es imposible que sus hijos permanezcan con ellos durante su reclusión.
En Inglaterra, la ley también menciona solo a las mujeres, sin embargo, no se hace referencia al género del progenitor en el exterior. No se habla del padre del niño, sino del birthing partner. Ese no es el caso en Francia, donde los profesionales de la primera infancia que trabajan en las unidades de madres otorgan una gran importancia a la figura paterna, quizás más que el personal penitenciario. El papel del padre se cuestiona de manera constante, incluso donde no hay uno, como en el caso de mujeres lesbianas o solas. La familia heteroparental sigue siendo el modelo predominante, es muy difícil concebir cualquier otra visión.
La visión sexista que hemos adoptado también hace que tengamos una concepción diferente la reinserción. Por ejemplo, en el caso de los hombres, esta se logra a través del trabajo y en el de las mujeres, mediante la preservación de los vínculos familiares, especialmente con los hijos. Tanto en Inglaterra como en Francia, los oficiales de reinserción y libertad condicional, los guardias, y los psicólogos centran los esfuerzos de reinserción de las mujeres en este aspecto y le dan mucha más importancia que a la búsqueda de trabajo o a la capacitación. El uso de la maternidad como herramienta para propulsar la reintegración también se muestra claramente en Inglaterra. Se trata de una voluntad gubernamental completamente institucionalizada.